El Uno, la Mónada, da origen al Dos, la Díada, pero tanto la Mónada como la Díada son principios antes que números. La Díada es el primer "desprendimiento", que conduce a la pérdida de la unidad original. Introduce la relatividad, la dependencia, la alteridad y la posibilidad de conflicto, de modo que representa también la desviación respecto de la perfección primordial y, en consecuencia, el pecado, lo transitorio, lo corruptible. La Causa Primera es la perfección. El Mal se aleja del Bien para entrar en la diversidad. De la Díada surgen todos los contrarios que existen en la naturaleza.
En la alquimia, estos contrarios son al principio antagónicos, pero la Gran Obra los reintegra finalmente a la unidad en el Andrógino. En el budismo, los contrarios son la Sabiduría y el Método, el Ciego y el Cojo que se unen para poder ver el Camino y transitar por él, mientras que el budismo tántrico adopta el simbolismo sexual de lo masculino y lo femenino: el Método masculino aplica en la práctica la Sabiduría femenina, la visión inicial del conocimiento y la verdad.
El taoísmo divide todos los números en yin y yang. Los números pares, yin, son más débiles porque carecen de un centro, mientras que los impares, yang, son fuertes porque si son divididos, el centro permanece. Encontramos la misma idea en Platón, quien decía que el dos es un dígito sin significado, ya que implica una relación, la cual debe introducir un tercer factor. El taoísmo y el budismo tántrico sostienen que la humanidad está profundamente involucrada en las dualidades, y que la vida implica indefectiblemente lucha: pero si uno de los opuestos prevalece sobre el otro -el yang o el yin, el dios o la diosa, lo masculino o lo femenino- se pierde el equilibrio natural y esto altera inevitablemente la simetría y armonía de la vida física, mental y espiritual.
Ninguna de las dualidades debe ser sobredimensionada o reprimida; de lo contrario, provocaría malestar y reacciones violentas. Ambas deben ser aceptadas como un elemento esencial en la obra de trasformación que conduce a la iluminación o la realización.
Aunque todo sea Uno en esencia y realidad, se nos manifiesta y aparece como Dos. Unidad y Dualidad están así íntimamente relacionados, indicando la primera el reino de lo absoluto y la segunda su expresión aparente. Esto es debido a que en nuestra conciencia hacemos primariamente una distinción entre el “Yo” y todo lo que está afuera del “Yo”; entre sujeto (conocedor) y objeto (conocido), constituyendo así el fundamento de nuestro conocimiento.
Los sentidos sólo distinguen por contraste, no son capaces de conocer la unidad en su integridad. Si miramos a un mundo en que sólo hubiera luz, el hombre sería tan ciego como en un universo absolutamente oscuro. El hombre concibe el sonido sólo si conoce el silencio; lo duro, si palpa lo blando; la bondad, si conoce la maldad.
Dice el Génesis que Dios separó la luz de las tinieblas, la tierra del agua y en el huerto del Edén creció finalmente el árbol del conocimiento del bien y del mal. Este mundo de los contrarios está simbolizado por la Diada o número 2. Este mundo de cielo y tierra, tierra y agua, luz y tinieblas, aparece al hombre como inconcluso y por lo tanto enigmático.
La armonía primitiva del Edén se ha perdido. El conocimiento del Bien y del Mal, Diada primitiva del microcosmos, pone al hombre fuera del paraíso y lo lanza en la más formidable búsqueda. En ella trata de regresar a la unidad primitiva y corre tras las huellas de la Divina Unidad. Pero la marca que dejó en el árbol de la ciencia del bien y del mal no le permitirá regresar al idílico Edén y se debatirá en el mundo de los contrarios.
No es de extrañar entonces, que la dualidad está místicamente representada por el árbol de la ciencia del bien y del mal, comiendo de cuyo fruto se pierde momentáneamente la conciencia de la unidad, que constituye nuestra sabiduría instintiva y primordial.
Según el mito, la humanidad eligió el camino del conocimiento a cambio de la vida eterna, que no solo poseía, sino que además podría haber conseguido de haber comido del árbol de la vida que también estaba en el paraíso. Adán eligió, para lo cual obviamente dudó. La duda es la base del conocimiento
Para poder conocer la verdad debemos entonces dudar, partiendo de lo que sabemos hacia lo que no sabemos, hacia lo que parece que no podremos nunca del todo saber. En muchas ocasiones pensamos contra lo que sabemos o mejor dicho repensamos y cuestionamos lo que creíamos ya saber.
¿Nunca podremos entonces sacar algo en limpio? Si, cuando al menos logramos orientar mejor el alcance de nuestras dudas o nuestras convicciones.
Solamente cuando aprendemos por medio del discernimiento a unificar los dos aspectos de nuestra visión interior nos acercamos a la verdad. La verdad no puede ser captada más que por la conciliación de los contrarios.
La
verdad no puede ser revelada por ningún filósofo, pues incluso los más grandes
se han equivocado. Agradezcamos sus contribuciones, pero no les sigamos su
dogmatismo. La filosofía no es un río tranquilo donde cada cual puede pescar su
verdad, Es un mar donde mil olas se oponen, se encuentran, se mezclan, se
separan y vuelven a encontrarse. Cada uno lo navega como puede, y eso es
filosofar.
Sonido y Ruido no es más que tono diferenciado
Ser y No Ser no es más que Existencia diferenciada.
Las ideas consideradas en sí mismas, son neutras. Pero, por desgracia los hombres las animamos, proyectando nuestras pasiones y deseos, y las ideas entonces se transforman en creencias. Así nacen las ideologías, las creencias y las farsas sangrientas como las guerras y persecuciones. Todas nuestras creencias son superficiales, se basan en la apariencia. Pero esta irrealidad es la realidad de todos los días. La dualidad expresa la existencia en sus múltiples formas.
En los templos masónicos, estos pares de opuestos están simbolizados por los cuadros blancos y negros, del piso de mosaico, que parten de las dos columnas. Pero estas fuerzas opuestas, son distintos aspectos o manifestaciones de una sola y misma realidad, cuyo reconocimiento nos hace superar el punto de vista de la lucha y el conflicto y nos establece con el punto central de la armonía que hace de toda una cosa única.
La filosofía china apela a la noción del yin y el yang para resumir la dualidad de todo aquello que existe en el universo.
Esta idea puede aplicarse a cualquier situación u objeto, ya que podría explicarse en la premisa que sostiene que en todo lo bueno hay algo malo y viceversa.
Hace
más de 2500 años, Lao-Tse nos decía:
Lo Innombrable es la Esencia de lo Universal, lo Nombrable es la Naturaleza de lo Individual. Estas dos categorías son una, pero se fenomenalizan opuestas.
La Conciencia Humana de lo bello es quien diferencia lo Bello de lo Feo.
Debido a esta continuidad, que no se puede separar en segmentos y que se observa en todo lo creado, es indispensable que exista una continuidad entre una manifestación de vida y otra.
La vida no comienza con el nacimiento ni termina en la muerte. Comienza y cesa una determinada manifestación de vida, pero no la vida en manifestación. La muerte misma es una manifestación de una etapa de la vida, así como en el sueño se pasa de un estado de conciencia a otro.
Se ha constatado científicamente que todas las células de nuestro cuerpo se renuevan constantemente y que después de algunos años no queda en nuestro cuerpo nada de lo que fue. Lo único que queda en nosotros es la conciencia de lo que hicimos.
Tengamos presente el simbolismo de la acacia, conscientes de que en todo lo visible y temporal hay algo invisible e inalterable que nos mueve y es la base de nuestra existencia.
Tenemos que aprender a distinguir qué hay de perecedero en nosotros y lo que hay de imperecedero y poner lo último en primer lugar.