La acacia es un árbol muy común en la Península del Sinaí, cerca del río Jordán, por lo que en tiempos bíblicos esta zona se elegirá un bosque sagrado para los hebreos. La madera de la acacia fue utilizada para la elaboración de objetos religiosos con un significado especial, como el Tabernáculo, el Arca de la Alianza, la mesa para el pan de las proposiciones y otros muebles sagrados, incluyendo los cuernos del altar, tal como se menciona en el Éxodo 25-27.
Al igual que la rama de olivo es reconocida como símbolo de la paz, la rama de laurel como símbolo de la victoria y la rama de romero como símbolo de la memoria, la rama de acacia se presenta como un símbolo de la inmortalidad del alma. Esto se debe a su naturaleza siempre verde e inmutable, así como a su madera incorruptible e inalterable.
Se cuenta que una rama de acacia colocada sobre la sepultura de Hiram en el monte Moriah fue la señal que no se pudo localizar su tumba. Esta rama de acacia, enterrada en la tierra recientemente removida, creció y se transformó en un poderoso símbolo. Para el Maestro, la rama de acacia representa la realidad de la vida que trasciende la apariencia de la muerte.
El hecho de que la rama de acacia esté colocada sobre, y no dentro de la tumba, simboliza que hay algo superior a la materia del cuerpo, algo que permanece vivo y trasciende el universo manifestado. Esto representa la idea de la inmortalidad del alma.
Las propiedades de la acacia de rechazar a los insectos dañinos nos enseñan a rechazar los vicios y pensamientos perjudiciales. Además, la acacia tiene la característica de inclinar sus hojas hacia abajo durante la noche, pero apenas aparece el sol, se alzan de nuevo para dirigirse hacia él y seguir su recorrido por el cielo en busca de sus rayos de luz. Las hojas de la acacia se cierran a la oscuridad del pensamiento, pero se abren a la luz de la verdad, buscando constantemente la fuente de la luz.
Así como se dice que se conoce la acacia, se refiere a conocer el secreto para revivir en uno mismo la sabiduría que parecía perdida. Conocerse a uno mismo es el camino hacia la inmortalidad del alma.
El que muere y no
perece, es eterno.