RISUS PASCHALIS
Tendemos
a decir que la iglesia siempre ha oprimido la sexualidad y la ha reducido meramente a la reproducción, eliminando el placer y reduciéndolo
al plano privado en el seno familiar. Esto no siempre fue así.
Esto
se debió en gran parte a la influencia de San Agustín que interpretaba la
transmisión del pecado original, que mancha toda la existencia humana, a través
de la relación sexual. Todos los que nacen de esa relación son portadores de
ese pecado. A causa de esta interpretación que se volvió doctrina dominante, se
estableció una relación negativa y llena de prejuicios entre sexo y pecado.
Sin
embargo no siempre fue así. Dentro de la misma Iglesia hay tradiciones y
doctrinas que ven en el placer y en la sexualidad una manifestación de la
creación buena de Dios, una centella de lo Divino y la participación en la
naturaleza misma de Dios.
Esta línea se liga a la tradición bíblica que ve con
naturalidad y hasta con satisfacción el amor entre un hombre y una mujer. Con
fuerte carga erótica, el libro del Cantar de los Cantares celebra el juego del
amor, la belleza de los cuerpos de los amantes, de los pechos, de los labios y
de los besos.
La
base teológica para esta visión positiva radica en la fe en la encarnación del
Hijo de Dios. Él asumió todo lo que es humano, por lo tanto también la
sexualidad, el deseo y el amor. La sexualidad (no solo la genitalidad),
significa lo afectivo y los intercambios amorosos. Tal visión trajo a la sexualidad
humana una dimensión sagrada. Después de la encarnación de Dios, ella ya no puede
ser un tabú, o un medio que transmite la desgracia del pecado original.
El
propio Dios se revela en las vidas de los seres humanos diferentes y deseantes.
De este encuentro nace la vida humana.
Para
ilustrar esta tradición, cabe referir aquí una manifestación que perduró en la Iglesia
romano-católica durante más de mil años, conocida con el nombre de risus paschalis,
la “risa pascual”. Ella significaba la simbolización del placer genital-sexual en
el espacio sagrado, en la celebración de la mayor fiesta cristiana, la Pascua.
Basta
observar ciertos elementos decorativos de iglesias y catedrales, que parecen sacados
del mismísimo kamasutra, para darse cuenta que el Concilio de Trento cambió mucho
las cosas.
Uno
de los ejemplos que más llaman la atención de la libertad con la que se vivía y
se veía el sexo es el llamado “Risus Paschalis”, que significa, literalmente,
“risa de Pascua” y se daba precisamente en Pascua, tras la Cuaresma, un periodo
de ayuno, penitencia y sacrificio.
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria).
Acto sexual en canecillo
Después
de esa fase llegaba la alegría y el cura debía ayudar a sus fieles a superar la
tragedia de la muerte de Cristo a través de una actitud de burla hacia ella, ensalzando
así el triunfo del hijo de Dios. Para resaltar la explosión de alegría de la Pascua
en contraposición a la tristeza de la Cuaresma, el sacerdote en la misa de la mañana
de Pascua debía suscitarla risa en el pueblo. Y lo hacía por todos los medios, sobre
todo recurriendo a la simbólica sexual. Contaba chistes picantes, usaba expresiones
eróticas y hacía gestos que sugerían relaciones sexuales.
Esta
costumbre se documenta ya desde el siglo IX en Francia y fue extendiéndose por todo
el norte de Europa, Italia y España. Incluso hubo actos sexuales dentro de la iglesia.
Algo, contra lo que los protestantes empezaron a tomar medidas. Más tarde, en el
siglo XVI, con el Concilio de Trento, también Roma empezó a verlo con malos ojos
y fue prohibida por el papa Clemente.
El
celebrante asumía la cultura de los fieles en su forma popular, y a nosotros, que
hemos perdido la naturalidad del sexo, nos parece hasta obscena. El propio teólogo
Joseph Ratzinger, después Papa, en uno de sus escritos se refiere, aunque críticamente,
al “Risus
Paschalis”. Afirmaba que solamente a partir de la creencia en la Resurrección
volvió verdaderamente la sonrisa a la humanidad y no solo la risa.
Podemos
discutir el método poco adecuado para suscitar tal risa, pero revela otra postura
en la Iglesia, positiva y no condenatoria de la sexualidad. El cambio en la
postura oficial sobre la sexualidad acentuada de modo especial en los últimos Papas
pero superada en el documento del Papa Francisco “Amoris Laetitia” cuyo título
lo dice todo: La alegría del amor.
La
alegría de la vida que triunfa definitivamente por la resurrección encontró en el
“Risus
Paschalis” una expresión de la sexualidad redimida, inocente, placentera
y sagrada. ¿Por qué no recordarla alegremente? .
Es
interesante revisar con conciencia la escena principal de "El Nombre de la
Rosa”, de Umberto Eco. Cuando el abad ciego pregunta al investigador William de
Baskerville: “¿Qué anheláis verdaderamente?”
Baskerville
contesta: “Quiero el libro griego, aquél que, según vosotros, jamás fue
escrito. Un libro que sólo trata de la comedia, que odiáis tanto como a la
risa. Se trata probablemente del único ejemplar conservado de un libro de
poesía de Aristóteles. Existen muchos libros que tratan de la comedia. ¿Por qué
este libro es precisamente tan peligroso?”
El
abad contesta: “Porque es de Aristóteles y va a hacer reír”.
Baskerville
replica: “¿Qué hay de inquietante en el hecho de que los hombres puedan reir?”.
El
abad: “La risa mata el miedo, y sin miedo no puede haber fe. Aquél que no teme
al Demonio no necesita más de Dios”.