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LAICISMO


La palabra "laico" (del griego "laos", pueblo) significa "hombre del pueblo" e indica a los integrantes de una comunidad, que son independientes de toda organización, no sólo religiosa, sino también política
.
Según R.A.E. “Independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”. No a sólo a alguien apolítico o ateo, sino a todo aquel que no participa dentro de la estructura de ninguna organización y si bien participa de la comunidad, no tiene la obligación de obedecer las directivas de la misma. También se utiliza para denominar a los estados, y es importante entender que “Estado Laico” no son sólo los que no son teocráticos, confesionales o multiconfesionales. Tampoco son Laicos los estados totalitarios basados en principios dogmáticos de supuestas verdades absolutas, indemostrables e incuestionables.
 
Un Estado Laico no privilegia ninguna religión, partido político, ni concepción ideal de vida, garantizando la libre expresión de todas, dentro de ciertos límites. El comportamiento social en un “Estado Laico” debe estar basado en la ley y estas reglas de convivencia, establecidas dentro un marco puramente Republicano, deben ser creadas sobre pruebas y hechos concretos.
 
La confusión de que sólo es una categoría religiosa, fue porque los católicos la utilizaron para designar a los fieles, y diferenciarlos de los diáconos (administradores), los presbíteros (ancianos), y los obispos (vigilante), que fueron constituyendo la orden sacerdotal”. Es por eso que muchos creen que los laicos son aquellos que simplemente no son sacerdotes, y que los Estado Laicos son todos aquellos que no son Teocráticos.
 
Deliberadamente nos han inculcado que la laicidad se refiera exclusivamente al tema religioso y no lo toman para el caso de ideologías totalitarias que es el más común en estos días. Para poder serlo una persona debe ser libre para pensar y de expresar sus ideas y no someterse a las directivas de otros. Pasa lo mismo con los estados que no permiten la libre expresión de ideas.
 
El aspecto central del laicismo tiene que ver con una metodología, donde el debate de las ideas y la construcción de una sociedad pluralista pueda dar cuenta integral de la diversidad, respetando las distintas visiones, y donde la tolerancia sea una práctica efectiva que asuma las diferencias. Es el aseguramiento de la libertad de conciencia, el derecho a ejercerla sin supervisiones de ningún tipo.
 
El debate sobre la relación entre el laicismo y la sociedad democrática actual ha cobrado interés en el mundo, ante los controles que, en varios países, el estado está haciendo a sus ciudadanos a través de los medios de comunicación, la geolocalización en los celulares, el reconocimiento facial y otras técnicas que desconocemos pero que se han agudizado durante la pandemia. Los regímenes totalitarios establecen como eternas y universales sus verdades. Aspiran a un discurso único, el suyo
 
La presencia de una sociedad empobrecida e inculta, con una opinión concreta ampliamente mayoritaria, en un estado declarado a favor de esa misma creencia y con una escasez de ciudadanos con principios laicistas, es el caldo de cultivo perfecto para una sociedad intolerante, persecutoria del disidente, limitador de la libertad. Es decir, la dictadura totalitaria perfecta.
 
Los estados totalitarios se caracterizan por un intento del estado de controlar a la sociedad. Mussolini en 1925 dijo “Nuestra formula es: TODO EN EL ESTADO, NADA FUERA DEL ESTADO, NADA CONTRA EL ESTADO”. Este control de la sociedad por el estado sucede no sólo en el fascismo, o el comunismo ruso o chino, sino también en los regímenes populistas comunes en los países latinos. Todos conciben el ideal, en una sociedad organizada sin antagonismos internos propugnado por la Contrarreforma.
 
Según Loris Zanatta, “la estrecha relación entre populismo y religión salta a la vista. El populismo encarna, en la época de las masas, la antigua cosmovisión religiosa según la cual el orden terrenal refleja el orden divino y es esencialmente armónico. De ahí sus típicas características: por un lado, es inclusivo y brinda bienes esenciales, como el sentido de identidad y de destino colectivo; por el otro, es intolerante del pluralismo y tiene pulsión totalitaria, al someter al individuo al todo. El populismo hereda la visión maniquea que ve el mundo dividido entre bien y mal, pecado y redención, y la pretensión de monopolizar la verdad”. “El populismo es una nostalgia de unanimidad. Es la idea de que en el pasado había un pueblo que era feliz, próspero y vivía en armonía y luego llegó algo que es la corrupción”, dijo el historiador italiano, mientras añadió: “Es el sueño de escapar al destino que nos depara la historia. Es una fantasía y una utopía basada en una identidad única compartida por todos. Es decir muy intolerantes. Deben coexistir con una democracia representativa donde no están cómodos. Ellos desean un organismo humano formado por “cuerpos”, o sea una sociedad corporativa.”
 
La idea del populismo es que existe un pueblo, un grupo mítico que tiene una identidad histórica y que las instituciones para ser legítimas, tienen que reconocer esa identidad. Eso es lo que el populismo llama “EL PUEBLO”. La realidad sociológica asocia Pueblo = Pobres. Pero es un invento intelectual, porque los Católicos asocian Pobres = Pueblo de Dios ya que conservan la identidad católica tradicional y no prevé para ellos el ascenso social. Por el contrario, la clase media es una clase colonial que contagia al pueblo con el ethos individualista, es cosmopolita y descendiente de europeos
 
Por lo tanto, estoy convencido que la única forma de garantizar una democracia verdadera es con un estado laico en el sentido amplio, no solamente en lo religioso sino también en lo político, sin emplear fondos públicos para comprar voluntades, financiar campañas partidarias y perseguir penal e impositivamente a los adversarios políticos. Durante siglos, han sido los líderes autoritarios, la tradición religiosa y los grupos de poder económico los que se han adueñado de los resortes del estado, de los medios de comunicación y han sido los encargados de vertebrar moralmente las sociedades. 

Por el contrario: El laicismo consiste en el establecimiento de un Estado absolutamente neutral, en relación con las diversas ideologías, etnias, creencias y doctrinas, que constituyen la pluralidad nacional.

Las democracias laicas basan sus acuerdos en leyes discutibles y revocables, de aceptación en último caso voluntaria y humanamente acordada. Convirtiendo los dogmas en creencias particulares de los ciudadanos, para de este modo perder su obligatoriedad general y resguardar el derecho a pensar libremente y a pertenecer a la comunidad. La pertenencia no debe ser nunca obligatoria.

Este marco institucional secular no excluye, ni mucho menos persigue, las creencias políticas o religiosas: al contrario, las protege a las unas frente a las otras. Porque la mayoría de las persecuciones y las grietas han sucedido históricamente a causa de la enemistad intolerante de grupos sectarios sean políticos, religiosos, étnicos contra las demás, que aprovechando una mayoría circunstancial somete los derechos, de todos los ciudadanos a un determinismo segregacionista.

Por suerte se ha creado un antídoto contra el fundamentalismo, que consiste en la educación laica, gratuita y obligatoria. Esta es una de las respuestas más efectivas a las expectativas ciudadanas para reducir las desigualdades sociales y dar los medios básicos para la integración social. En Argentina en 1884, bajo la presidencia de julio Argentino Roca, se promulgó la Ley 1420, que garantizaba esos derechos, pero con el tiempo ese espíritu Laico se fue desvaneciendo y hemos llegado a una situación donde el dialogo se hace muy difícil, porque no estamos acostumbrados a debatir.

Pero ahora nos estamos enfrentando a un nuevo desafío. La pandemia no es solo un problema médico, sino social y viene a recrudecer condiciones de desigualdad preexistentes. El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. Esta pandemia me hace preguntar si no está funcionando como un nuevo mecanismo de control y distracción masivo, y nuestro futuro siguen siendo determinado por grupos dominantes.

Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia donde la protección de datos es inexistente y los millones de cámaras de vigilancia dotadas de inteligencia artificial son capaces de reconocer rostros y evaluar el completo desplazamiento de los ciudadanos por los sectores públicos. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, y nuestro estado de salud se han convertido en objeto de vigilancia digital.

Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes mesiánicos. Ese es el final de la democracia ya que como está sucediendo se están cambiando los procedimientos democráticos ordinarios por disposiciones de emergencia.

Relación entre Iglesia Estado en Europa

La religión en Europa tiene varios periodos históricos, desde las religiones antiguas de los pueblos paganos, pasando por la religión griega y romana, hasta llegar a las varias ramas del Cristianismo, existiendo iglesias nacionales que en no pocos casos son la religión oficial; coexistiendo con un creciente secularismo. Por lo tanto la relación entre la religión y el estado dependen de cada país.

En algunos existen "religiones nacionales", por ejemplo en: Inglaterra, Dinamarca, Grecia, Holanda, Suecia. También son confesionales la mayoría de países musulmanes. Si bien Inglaterra es confesionalmente anglicana; la cabeza de su Iglesia es la Reina y las autoridades anglicanas pertenecen a la cámara de los Lores, todos sabemos que se respeta la libertad religiosa de otros cultos y nadie duda de que Inglaterra es un país democrático y se respeta la libertad de pensamiento.

Tampoco son uniformes los estados aconfesionales y tienen distintas maneras de entender y organizar las relaciones entre la Religión y el Estado. Por ejemplo los Franceses utilizan la "separación", los alemanes el modelo alemán de la "cooperación", Irlanda (apoya a las dos confesiones principales, católica y protestante), Holanda, Bélgica y Luxemburgo, con régimen de separación pero favoreciendo más a los protestantes (Holanda) o a los católicos (Bélgica y Luxemburgo). Los países ex comunistas en general con la mayoría de la población ortodoxa, no son confesionales, pero a los ortodoxos les encanta la unión entre el Estado y la Iglesia. El fenómeno religioso en un estado laico, a diferencia del estado laicista, no está confinado en la esfera privada y se le reconoce una dimensión pública.

 Laicismo y Religión en Argentina

El artículo 2 de la Constitución Nacional, desde 1853, establece: "El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano". El artículo 67, inciso 15 establecía entre las atribuciones del Congreso la de "conservar el trato pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al catolicismo. Se han dado dos interpretaciones al término “sostener”. Una de ellas considera que hace referencia al sustento económico, materializado en la inclusión de una partida para el clero secular en el presupuesto nacional, mientras que la otra más extensiva, supera la cuestión netamente financiera y se refiere además a la defensa de los dogmas y creencias católicas. 

De hecho no existe libertad de culto, sin igualdad de culto.

Poco después, con la denominada generación del 80, en el que se produjeron los primeros hitos de separación del Estado con la Iglesia por medio de la creación del Registro Civil de la Nación, ya que hasta ese momento los nacimientos, los casamientos y las defunciones se registraban en las parroquias. Luego la Iglesia también perdió el monopolio de la educación: en 1884 se sancionó la ley 1420 de educación laica y gratuita. El hecho más resonante fue sin dudas dar apoyo a la reforma universitaria de 1918, cuya consecuencia fue una universidad laica, gratuita y cogobernada. Hasta ese entonces, estaba dominada por la Iglesia Católica.
 
Estas medidas serían revertidas. Quizás el comienzo podamos ubicarlo con la revolución del 30, luego de la caída de Irigoyen, que marcó el comienzo de una serie de golpes cívicos, religiosos, militares, que se vio afectado por el surgimiento de modelos populistas como el socialismo nacional (NAZI) o el fascismo, de gran influencia en Argentina. En 1934 se realiza el Congreso Eucarístico Internacional, y la Iglesia Católica sale a la calle con una gran participación popular y que contó con la presencia del monseñor Pacelli, quien más tarde sería el Papa Pio XII.
 
Entidades corporativas como los sindicatos, fueron cooptadas por la iglesia católica con el apoyo del ejército con el pretexto de combatir al anarquismo y al comunismo que dominaron las luchas obreras al principio del siglo XX.
 
En 1958, con el conflicto de Laica y libre se permitió el otorgamiento de los títulos habilitantes a las Universidades privadas y no tener que rendir las revalidas. La abolición del monopolio estatal sobre la educación universitaria era una aspiración contemporánea de la Iglesia católica, institución que había fundado las dos primeras universidades del país en el siglo XVII (Córdoba) y XIX (Buenos Aires), luego estatizadas. 

En el año 2008 se sancionó La Ley de Educación Nacional, remplazando a la ley 1420, amplió el concepto de educación pasando a considerar que la educación de gestión privada también es pública, igualándola de esta manera con la educación estatal y dejó abierta la puerta para que en provincia como Salta o Catamarca se imparta educación religiosa en las escuelas públicas de gestión estatal.
 
La ley 21.950 sancionada en marzo de 1979 sostiene que “los Arzobispos y Obispos con jurisdicción gozarán de una asignación mensual equivalente al 80% de la remuneración fijada para el cargo de Juez Nacional de Primera Instancia, hasta que cesen en dichos cargos”. Esta asignación mensual, no sería específicamente un sueldo sino un adicional del que perciben de otra fuente. Leyes posteriores ampliaron estas leyes a distintos integrantes de la Jerarquía eclesiástica.
 

 

Laicidad y Laicismo francés

La laicidad francesa encuentra su referencia legal en la ley de 1905 sobre la separación entre el Estado y las Iglesias. Dicha ley sostiene en su artículo 1º que "la República asegura la libertad de conciencia y garantiza el libre ejercicio del culto". En el segundo de los artículos, se proclama que "la República no reconoce, ni paga ni subvenciona culto alguno…". 

El desarrollo y aplicación de esta ley fue recibida como Anticlerical, en primer lugar, porque con ella se pretendía combatir a una Iglesia católica que era percibida como una institución reaccionaria, intolerante y en segundo lugar, porque buscaba recluir toda creencia religiosa en la esfera de lo íntimo, apelando, para ello, a la libertad de conciencia y a la separación entre lo privado y lo público. Evidentemente, se reconocerá después que las religiones abarcan bastante más que el servicio litúrgico y exceden el marco de lo íntimo para tener alcance público. 

La situación se suaviza durante la primera guerra mundial en defensa del territorio y finalizada la guerra, se llega a una reconciliación donde la independencia del Estado no implica la reclusión de la religión en el ámbito de las convicciones íntimas. Se inicia un dialogo entre el Estado y la iglesia católica para definir sus deberes y derechos. A la luz de estos datos, son cada día más los ciudadanos franceses que entienden la laicidad como tolerancia de las religiones, como reconocimiento de su libertad de expresión (mientras el orden público no se vea perturbado) y como defensa del derecho de las diferentes confesiones a participar en el debate público, aportando los argumentos y propuestas que estimen oportunos y conformes con su concepción de la vida. Sin embargo, es un modo de entender la laicidad que se ve obligado a afrontar las nuevas situaciones que está planteando la importante comunidad musulmana que se ha establecido en Francia en los últimos años. 

En marzo de 2004 Francia aplico una ley que prohíbe llevar símbolos religiosos "ostensibles" (es decir, visibles y llevados con la intención de que sean vistos) en las escuelas públicas Francesas. Entre los artículos prohibidos por esta ley se encontrarían el hijab musulmán, la kipá judía, el turbante sij y grandes cruces cristianas. Muchos musulmanes argumentan que, el hijab es una vestimenta más cultural que religiosa. 

El laicismo no puede reducirse a un sistema jurídico, es también una cultura, un ethos, un movimiento de liberación de todo intento de dominio sobre mí ser, por un discurso establecido por una autoridad pública, que se niega a ser debatido. En mi opinión, el aprovechar una mayoría circunstancial para imponer el rechazo a un sector de la sociedad, no es una metodología Laica, aunque se haga en su nombre. 

Los franceses discuten desde la ley de 1905 que separa la religión y el Estado entre la laicidad y el laicismo, términos que no son sinónimos. La laicidad implica la defensa de una separación de la religión y el Estado y el laicismo: la militancia por excluir la religión del espacio público. 

Algunos hablan de diferentes modelos de laicidad. Entiendo que sólo hay un modelo, el que respeta la libertad de conciencia y mantiene la separación de las iglesias y el Estado, así como la neutralidad de este en asuntos religiosos, dejando así el espacio público (común y universal para toda la ciudadanía con independencia de las creencias de cada cual, sólo de esta manera se evitará la discriminación de unas convicciones o creencias sobre otras. 

El laicismo consiste en el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el desarrollo pleno de la libertad de conciencia, base de los Derechos Humanos.

En la antigüedad

Los babilonios construyeron una torre escalonada con la función de acercar a los soberanos a los dioses celestiales ayudados por los sacerdotes, para reclamar en nombre de ellos sus deseos y conveniencias apelando a la culpa por los pecados cometidos. Nada ha cambiado. Hoy los políticos, cual cortesanos, reclaman en nombre de los desposeídos, apelando a la culpa de los que algo tienen.

El pueblo Hebreo sufrió la conquista, el cautiverio en babilonia de sus dirigentes y la segunda destrucción del templo de Salomón. Es natural que cuando escriben en la Biblia su visión de la historia, se revelen contra los babilonios y la torre de babel, símbolo de la arrogancia de sus opresores.

Es por ello, que su Dios castiga el pecado de arrogancia de los opresores quitándole el monopolio de la lengua y del discurso. Por otra parte, pone el progreso de la Humanidad en la separación y diferenciación de los pueblos. Lo cual es lógico, quiere la separación e independencia del pueblo hebreo respecto del babilonio. Eso es el lenguaje de la resistencia.

Los pueblos que han perdurado han sabido defender su cultura, enfrentando el pensamiento único de los grupos dominantes del momento, cuestionando sus certezas. Como pueblo debemos separar el discurso o las ideas que nos los grupos de poder, de lo que nos conviene como persona o familia.

Encíclica “Fratelli Tutti” (Hermanos todos)

El papa ha publicado recientemente esta Encíclica como para construir “un mundo más justo”. En la misma Francisco señala que “más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países a la pandemia, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente”. Esto es muy cierto y fue evidente no sólo con el cierre de las fronteras de muchos países sino también en la falta de colaboración en compartir conocimientos y experiencias para combatir al virus. En algunos casos se cerraron fronteras internas eliminándose la ayuda humanitaria.

La Encíclica apela a la fraternidad para construir un mundo mejor, a partir de una pertenencia común a la familia humana, del hecho de reconocernos como hermanos, todos en la misma barca y por tanto necesitados de tomar conciencia de que en un mundo globalizado e interconectado sólo podemos salvarnos juntos. En esto estamos todos de acuerdo.

Pero, según su particular criterio somos hermanos porque somos hijos de un solo Creador. Esto no es necesariamente cierto. Esto es un sutil pedido de obediencia al padre, a la autoridad, y en definitiva al mismo Papa como represente de la Santa sede con la potestad de declarar dogmas. En este sentido es que está pidiendo un Nuevo Orden Mundial con la existencia de un gobierno mundial.

En el artículo 172 dice: . El siglo XXI «es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar» y fomenta la creación de alguna forma de autoridad mundial, regulada por el derecho, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial.

 En definitiva la creación de un gobierno mundial supranacional

Veamos la opinión de Freud, por ejemplo, sobre los orígenes de la fraternidad.

 En tiempos antiguos, la fraternidad surge cuando son expulsados los hijos de la familia, cuando estos forman su propio círculo, lejos del hogar, lejos de las mujeres. La fraternidad era una familia sustitutiva, una mujer sustitutiva. En los ritos de pubertad los muchachos son separados de sus madres y recibían una nueva madre mediante una iniciación, Iniciación es renacimiento, mediante el cual queda anulado el haber salido del vientre de la madre ”real” de uno y encuentra una nueva madre espiritual, donde ya no hay padre. La fraternidad es, en sí, la madre. Somos los hijos de una viuda.

El mito freudiano de la rebelión de los hijos contra el padre de la horda prehistórica, no es una explicación de los orígenes, sino un arquetipo recurrente, es un mito de algo que siempre ocurre. Según Freud, este mito representa el pasaje del hombre del estado de naturaleza al de la cultura.

En los orígenes, el padre inicial era el monarca absoluto de la horda, las hembras son su propiedad, como ocurre actualmente con los animales, donde los más fuertes tienen la posesión de las mismas. El destino de los hijos varones era muy duro: si despertaban los celos del padre, eran muertos, castrados o proscriptos. Estaban condenados a vivir reunidos en pequeñas comunidades y a procurarse mujeres raptándolas.

El siguiente paso hacia la modificación de esta primera forma de organización "social" fue que los hermanos, desterrados y reunidos en una comunidad, se complotaron para dominar al padre, lo mataron y devoraron su cadáver crudo. En otros términos no sólo odiaban y temían al padre, sino que también lo veneraban como modelo, y en realidad cada uno de los hijos quería colocarse en su lugar. De tal manera, el acto caníbal se nos torna comprensible como un intento de asegurarse la identificación con el padre, incorporándose una porción del mismo.

Es de suponer que al parricidio le sucedió una prolongada época en la cual los hermanos se disputaron la sucesión paterna, que cada uno pretendía retener para sí. Llegaron por fin a conciliarse, a establecer una especie de contrato social dejándose llevar por los lazos afectivos anudados durante la época de su proscripción.

Surgió así la primera forma de una organización social basada en la renuncia a los instintos, en el reconocimiento de obligaciones mutuas, en la implantación de determinadas instituciones, proclamadas como inviolables (sagradas); en suma, los orígenes de la moral y del derecho. Cada uno renunciaba al ideal de conquistar para sí la posición paterna. Finalmente reemplazan a la imagen paterna con un contrato social en el que hay iguales derechos para todos.

Lo que estos mitos nos muestran es una lucha entre el principio paternal de dominación y monopolio sustentado por los regímenes autoritarios, al que se opone el principio fraternal de igualdad y división de poder sustentado por las Repúblicas.

Nos enseña que para poder vencer al autoritarismo es necesaria la fusión de todos los excluidos en ese objetivo. La fraternidad no es solo un bien en sí mismo, sino que es la herramienta necesaria para luchar contra las dictaduras, los monopolios, y toda forma de dominación.

Este es el tema del Laicismo, la igualdad en la diversidad, en el cual se establece un acuerdo o un contrato y no la fraternidad como unidad de obedecer a alguien porque tiene la autoridad, dada por Dios, el Estado o el “Pueblo”. Las diferencias son enormes. 

Conclusiones

Las religiones pueden decretar para orientar a sus creyentes qué conductas son pecados, pero no están facultadas para establecer qué debe o no ser considerado legalmente delito. La legalidad establecida en la sociedad laica marca los límites socialmente aceptables dentro de los que debemos movernos todos los ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias religiosas o políticas. Son las religiones, grupos étnicos o ideologías políticas quienes tienen que acomodarse a las leyes, nunca al revés.  

La igualdad ante la ley no debe ser un punto de discusión.

En la escuela pública sólo puede resultar aceptable como enseñanza lo verificable (es decir, aquello que recibe el apoyo de la realidad científicamente contrastada en el momento actual) y lo civilmente establecido como válido para todos (los derechos fundamentales de la persona constitucionalmente protegidos), no lo inverificable que aceptan como auténtico ciertas almas piadosas o las obligaciones morales fundadas en algún credo o ideología política en particular. La educación debe preparar hombres para ser los dueños de su propia vida, de su propio destino.

 El compromiso se orienta a la emancipación de las conciencias, y no a la eventual salvación de las almas.


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