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Libertad






La palabra Libertad proviene del latín libertas, que designa la condición del hombre libre, responsable de sus actos, y capaz de obrar según su propia voluntad.
 
Muchos se creen libres por no estar en la cárcel o ser esclavos. Ese pensamiento bipolar, en el que las cosas son sólo blancas o negras, ayuda a tranquilizar la conciencia. Pero, interiormente sabemos que no es así y que no somos todo lo libres que quisiéramos, pero como aún estamos dentro de nuestra zona de confort, nos vamos acostumbrando a la perdida de libertad, como la rana al agua cada vez más caliente.
 
Si bien se ha abolido, en gran medida, lo que antiguamente se denominaba esclavitud, continua el sometimiento a otra persona, sin opción a réplica, como una manera sutil de sumisión y ciertamente una pérdida de libertad.
 
También entran en esta categoría los esclavos de las ideas de otros, como los fanáticos, que han perdido la capacidad de disentir, o los adictos cuyo único deseo es el de satisfacer una necesidad que las transforman en seres totalmente dependientes de las mismas, y en ese estado de alienación pierden la conciencia de sus actos. Es más, aprovechándose de esta circunstancia, los gobiernos y grupos de poder, siempre, han alentado el consumo de drogas y alcohol, aunque oficialmente digan que la combaten, para dominar pueblos enteros. Convengamos que nadie combate la libertad; lo que hace es combatir la Libertad de los demás.
 
La Libertad podríamos entenderla como la facultad de poder pensar (Libertad de pensamiento), hacer (Libertad de acción), decir (Libertad de expresión) y desplazarse (Libertad de movimiento) que tiene el hombre y que, como consecuencia de todo ello, implica poder ser. Es decir, el hombre pasa a ser auténticamente humano al vivir la vida como ejercicio de libertad.
 
Muchas de estas libertades han sido cercenadas en algún momento en nuestros países y en otras aún queda un camino por recorrer y sin embargo la mayoría de las veces nos hemos sentido libres aunque no hayamos podido actuar según nuestra propia voluntad. Pues estábamos convencidos que, mientras no se nos obligue a algo mediante la fuerza externa, nuestras decisiones nos pertenecen. Nadie está más esclavizado que aquellos que falsamente creen que son libres.
 
Pero se trata tan solo de una de las grandes ilusiones que tenemos acerca de nosotros. Es tan grande el deseo del ser humano por sentirse el dueño de sus actos, que consideramos la Libertad como uno de nuestros máximos ideales, es por eso que la mayoría de las personas, niega que un gran número de nuestras decisiones personales no nos pertenezcan. Nos han sido sugeridas desde fuera. Hemos logrado persuadirnos a nosotros mismos que son obra nuestra, mientras que, en realidad, nos hemos limitado a ajustarnos a la expectativa de los demás, impulsados por las conveniencias y por el miedo al aislamiento.
 
Los dirigentes tienen muchas maneras de influir en nuestro pensamiento a través de los medios de comunicación de una manera sutil, siendo el principal la educación”, ya que desde pequeños nos enseñan a creer y luego a razonar sobre lo que hemos creído.
 
No debería ser así, la Libertad de pensamiento es lo contrario. Primero se debe razonar y luego creer, sólo, en lo que nos ha parecido bien de lo que hemos pensado. De este modo veríamos los condicionamientos a los que estamos expuestos.
 
¿Cómo vamos a creer ciegamente en lo que nos dicen sin verificarlo?
 
Lo que nos han enseñado es justamente a eso, a creer lo que dice la autoridad y luego a justificar ese razonamiento. El premio por hacer eso es que nos dejen tranquilos.
 
Debemos cambiar. En primer lugar, tenemos que ser conscientes de las ideas y cosas que nos condicionan y las dificultades que tenemos para salir de nuestra zona de confort. Luego podremos abrir nuestra mente a otras reflexiones.
 
Es un trabajo que tenemos que hacer solos. Es inútil que alguien no quiera ayudar si no hemos dado el primer paso nosotros. Esto es reciproco, no podemos cambiar a alguien que no quiere cambiar, no tiene sentido. Lo más que podemos hacer es iluminar, crear conciencia, mostrar que hay otro camino, sólo eso. En definitiva:


NADIE CAMBIA A NADIE


Los librepensadores son aquellos que tienen la mente abierta a todas las ideas, sin preconceptos, con la finalidad de poder buscar las soluciones a los problemas sin encuadrarse en dogmas, respetando a las personas que expresan una idea diferente, pero pudiendo descartar y discriminar las ideas falsas, o aquellas carentes de lógica, razón o evidencias.
 
Cambiar tu forma de pensar no significa que has fracasado, sino que has evolucionado.
 
Para poder convertirnos en librepensadores, debemos primero conocernos, saber quiénes somos y que queremos, a fin de poder así actuar de acuerdo a nuestros ideales y principios. Esta búsqueda de la verdad es individual, y no es fácil pues previamente debemos enfrentar nuestras propias costumbres, conveniencias o creencias. La Libertad no consiste en hacer lo que nos gusta, sino en tener el derecho a hacer lo que debemos. La responsabilidad es el precio de la libertad, pues de otra forma seríamos esclavos del descontrol.
 
¿Hay límites para la Libertad?
 
Como humildes mortales, estamos condicionados por el cuerpo en el que y con el que existimos. Vivimos en un país y en un tiempo histórico que también nos condicionan. Las normas jurídicas, los usos y costumbres y las instituciones socioculturales en general, limitan la expresión de nuestros deseos y conductas.
 
La Libertad no sólo tiene esos límites impuestos por el cuerpo físico y las comunidades, lamentablemente en muchos casos también tenemos límites impuestos por los que monopolizan el poder. Estos últimos, burlan la libertad, cuando su ambición los lleva a utilizar verdades a medias, que generan ignorancia, creando ficciones y espejismos. Escenario en el cual, se da el patético espectáculo de cierta prédica - que al carecer de argumentos- busca la descalificación del adversario, provocando un paulatino e inevitable deterioro del pluralismo y su consecuencia inevitable, la intolerancia y el odio. Odio, que no construye, es estéril, es mortal. Desgraciadamente, esa gente que ha hecho del lema “divide y reinarás” su leitmotiv, da la impresión de que ha triunfado en la vida y son el ejemplo a seguir.
 
Es por ello que la Libertad es una construcción social, porque el ser humano se forja en la sociedad. La esencia humana es el conjunto de las relaciones hacia sí mismo, hacia el otro y hacia la totalidad. El otro, juega siempre un papel muy importante, porque los seres humanos no estamos solos. Es nuestra obligación, como hombres libres y de buenas costumbres, defender nuestra Libertad y la Libertad de los demás.
 
No resulta concebible aceptar el cercenamiento de nuestra Libertad, más allá de los límites naturales que se generan cuando ésta puede llegar a implicar un avasallamiento del ejercicio del derecho de otro. Y ello circunscripto -estrictamente- al ámbito de las acciones que surgen del pensamiento, ya que la Libertad de pensamiento y su expresión deben ser irrestrictas.
 
Caseramente tenemos dichos como que “la Libertad de uno termina donde comienza la Libertad de los demás”. Esa frase que resalta el reconocimiento del otro y de su libertad, puede ser mal interpretada si se entiende como una puja con el otro, de suma cero, donde lo que uno gana en libertad, otro la pierde. Por el contrario, la búsqueda de Libertad requiere de la unión con el otro para realizar un esfuerzo común, mediante el diálogo constante, ofreciéndose confianza mutua. Esa confianza es necesaria para enfrentar las desigualdades, ya que cada uno es único y diferente. Uno puede no estar de acuerdo con la opinión de otro, pero debe aceptar su derecho a opinar diferente y esto debe ser recíproco.
 
Debemos ser mutuamente tolerantes para poder convivir.
 
 
Las condiciones para la Libertad.
 
Como en un edificio, veo que el entramado social que brinda las condiciones para la libertad, debe sostenerse sobre columnas firmes. Voy a hacer hincapié en cuatro de ellas
 
La primera consiste en la participación: el ser humano libre, no quiere ser exclusivamente el beneficiario de un proceso, sino también actor y participante. No es algo que alguien nos pueda otorgar. Si uno necesita de otro para ser libre, pasa automáticamente a ser dependiente de esa persona.
 
La segunda consiste en la igualdad, tomada esta como el reconocimiento de la dignidad de cada persona y el respeto de sus derechos. Vivimos en un mundo de desigualdades de todo tipo. Cada uno es único y diferente. La compatibilidad entre la Igualdad y la Libertad, se asienta en nuestra capacidad individual de sentirnos iguales en todas las circunstancias, independientemente del puesto o cargo que podamos ocupar temporalmente. Junto con la igualdad viene la equidad: la proporción adecuada que cada cual recibe por su colaboración en la construcción del todo social.
 
No confundamos Igualdad con el igualitarismo. Pues este último si bien promueve la igualdad entre los hombres, llega al extremo de rechazar los puntos de vista de otros en su búsqueda de uniformidad. De este modo se crea el campo fértil para los regímenes totalitarios, muchas veces con tintes populistas donde, en el mejor de los casos, están garantizados derechos básicos como la educación, salud, alimentación y seguridad, a cambio de no permitir el derecho de disentir, en donde todos deben pensar y hacer lo mismo, según lo establecido por los gobernantes de turno. Obviamente, no hay Libertad, ni igualdad ante la ley, pues reinan los privilegios para los obsecuentes y castigos para los disidentes.
 
La tercera es la tolerancia a la diferencia. Viene dada por la naturaleza. Cada ser, es diferente. Esto debe ser aceptado y respetado como una manifestación de las potencialidades propias de las personas, los grupos y las culturas. Las diferencias nos revelan que los humanos podemos ser de muchas formas, todos ellas humanas, y por ello merecedoras de respeto y de acogida. Uno puede no estar de acuerdo con la opinión de otro, pero debe aceptar y respetar el derecho de otro a opinar diferente y esto debe ser reciproco. Debemos ser mutuamente tolerantes para poder convivir.
 
La cuarta se realiza mediante la fraternidad, en la comunión con el otro para realizar un esfuerzo común, mediante el diálogo constante, ofreciéndose confianza mutua y es el camino que imprescindiblemente debemos transitar con aquellos que actúan comprometidamente con los demás seres humanos.
 
El ser humano posee subjetividad, capacidad de comunicación con su interioridad y con la subjetividad de los otros; es portador de valores como solidaridad, compasión, protección de los más vulnerables y diálogo con la naturaleza. Aquí aparece esa asignatura pendiente que es la Fraternidad que nos hace sentir la unión con todos los seres humanos mediante un lazo espiritual que se eleva por sobre todas las diferencias, los antagonismos y las contradicciones, logrando esa síntesis superadora donde sólo se conoce la esencia de las cosas. En definitiva que toda la humanidad tiene un origen y un destino común.
 
Ese conjunto de valores intangibles da sentido a nuestra vida y nos enseña a ser coautores en la construcción del bien común y en su nombre aprendemos a limitar nuestros deseos por amor a la satisfacción de los deseos colectivos. Es por eso que decimos:
 
LOS HOMBRES SOLO SE PODRÁN LIBERAR PARTICIPANDO EN UN ÁMBITO DE IGUALDAD Y FRATERNIDAD, CON TOLERANCIA
 


La Libertad y la Pandemia
 

La pandemia, inédita e imprevista, nos obligó a un aislamiento que muchos vivieron como falta de libertad, como una especie de encierro domiciliario. En el comienzo, nos tuvimos que aislar fuertemente, pero fue un distanciamiento físico, no vincular, ya que, si disponíamos de tecnología, la comunicación era posible. No es solo un problema médico, sino social y viene a recrudecer condiciones de desigualdad preexistentes. El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa, en última instancia, en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se ha convertido en algo absoluto, todas las fuerzas vitales se emplean en prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida y de los ideales por los que hemos luchado de Libertad, Igualdad y Fraternidad. El placer también se sacrifica voluntariamente al propósito más elevado de la propia salud. Hemos aceptado, sin cuestionamiento, la limitación de los derechos fundamentales.

 

Por sobrevivir, ofrendamos, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía con nuestros afectos. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento cuando deberíamos acompañar al otro, ser más empáticos, ponernos en su lugar y por supuesto prevenir, cuidarse, cuidar a los nuestros. Que nuestro cuerpo individual (al que podemos libremente elegir, cuidar o descuidar) forma parte de un cuerpo social, por lo que hay que cuidarse también para cuidar al otro. Que la libertad entendida como hago lo que quiero, donde quiero y cuando quiero es la expresión del no registro del otro y de la ausencia total de empatía. Que ejercer la libertad haciendo fiestas clandestinas es un acto de irresponsabilidad individual y social.

 
Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia como el asiático, donde la protección de datos es inexistente y los millones de cámaras de vigilancia dotadas de inteligencia artificial son capaces de reconocer rostros y evaluar el completo desplazamiento de los ciudadanos por los sectores públicos. No hay momento del día que no se los esté sometido a observación. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, y nuestro estado de salud se han convertido en objeto de vigilancia digital.
 
La vulnerabilidad y la mortalidad humanas no son igualitarias, sino que dependen del estatus social y del grupo etario. Nada ha cambiado al respecto. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, y las diferencias de cada sociedad ya que los que mueren son los ancianos y los que se enferman son los trabajadores pobres, de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar y la pandemia está dejando sectores de la población en una crisis laboral y económica. El teletrabajo no es para ellos ya que están destinados a ser los trabajadores de las fábricas, los que limpian, o los que recogen la basura. El mañana es aún una incertidumbre, pero seguramente habrá que esforzarse para recuperar la dignidad en el trabajo. Los privilegiados acceden a un mejor sistema sanitario y servicios de salud.
 
Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas y en muchos países se están cambiando los procedimientos democráticos ordinarios por disposiciones de emergencia, en detrimento de nuestra libertad. Para que se entienda:
 
Afectada la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, este cuento no puede tener un final feliz.




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