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NÚMERO 4 - CUADRATURA DEL CÍRCULO












El Tao te King dice: "El Tao dio a luz al Uno, el Uno dio a luz al Dos, el Dos dio a luz al Tres, el Tres dio a luz a las innumerables cosas".

El cuatro es producido inmediatamente por el tres y equivale a todo el conjunto de los números, debido a que con el cuaternario y la adición de los cuatro primeros números se obtiene el denario (de diez), que representa un ciclo numérico completo: 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1

El Cuatro fusionado vuelve a representar al Uno, al Todo materializado que, polarizado y combinado en diferentes proporciones, produce la variedad de todas las cosas. Todas y cada cosa describen a la totalidad. Pero cada pequeña totalidad, cada microcosmos, singulariza un paso dado más allá de la elementalidad de la materia, un punto adelante que hace que sea esa cosa y no otra, una esencia que define o determina su naturaleza.

Se lo considera el arquetipo de la totalidad. La «cuaternidad del Uno» es el esquema para las imágenes de Dios, en alquimia se habla de «la cuadratura del círculo». Por medios geométricos se buscaba construir un cuadrado que tuviera la misma superficie que un círculo dado.

Es decir, que el número cuatro expresa a la unidad inmanifestada, en el mundo de la manifestación; a la vez que este número se encuentra íntimamente unido al denario, que incluye a todos los números naturales.

Todos sus elementos se hallan regidos por la ley de la tétrada: cuatro puntos cardinales, cuatro estaciones del año, cuatro edades del hombre, los cuatro elementos que constituyen la base de la materia y son conocidos todos los alquimistas:


Fuego
Agua
Aire
Tierra


La creencia más antigua dice que al principio Dios creó a partir de la nada los cuatro elementos básicos, de los que surgiría el resto de la creación. Por lo tanto, todo lo que existe en este mundo es una mezcla de fuego, tierra, aire y agua. Pero el Cuatro es también el número de nuestro orden temporal y espacial.

Su representación geométrica es el cuadrado, y en su vertiente la cruz, que fijan los límites en el espacio y el tiempo. Precisamente, la unión de estos dos conceptos nos ayuda a intuir la presencia de otra dimensión que no perciben nuestros sentidos externos, pero que según la tradición constituye la realidad verdadera.

Decíamos que la unidad es indimensionada, como el punto geométrico su equivalente. Observábamos cómo esta unidad se polariza produciendo al número dos, la línea recta, la primera dimensión, y cómo en el tres y en la figura geométrica del triángulo se producen ya las dos primeras dimensiones (base y altura). Pero se dice que los hombres somos seres tridimensionales, pues percibimos el mundo en tres dimensiones.

Este pasaje del mundo de dos dimensiones al de tres (es decir, del número tres al cuatro), se expresa como el pasaje del plano al volumen, o sea, de la geometría plana a la construcción. Geométricamente, esta tridimensionalidad se produce mediante la aparición de un punto central en el triángulo. Cuatro triángulos pueden formar una pirámide que ya tiene un volumen.

Es lo que simboliza nuestro triángulo con el ojo en el centro. La unidad se suma así al temario, produciendo el cuaternario y las tres dimensiones. Esta figura geométrica resultante, el tetraedro regular, es la primera figura volumétrica: una pirámide de cuatro caras, cada una de las cuales está compuesta por un triángulo equilátero, siendo por lo tanto todos sus lados iguales: esto es símbolo, como hemos dicho, de la primera manifestación y también del mundo de la construcción y de la creación.



 El año lo dividimos en las cuatro estaciones, la vida está representada por cuatro etapas: la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. El horizonte está distribuido en los cuatro puntos cardinales. La tendencia a dividir el todo en cuatro segmentos está tan extendida, que Jung consideró esta «cuaternidad» como un arquetipo. Cabría considerar al Cuatro como la manera que tenemos de estructurar la realidad que nos rodea.

La simbología del Cuatro resulta especialmente ilustrativa en relación con el círculo. El círculo representa al hemisferio divino, el Cuatro (o bien en forma de cruz, cuadrado o cubo) simboliza el hemisferio terrestre. La cuadratura de un círculo resulta del todo imposible, y esto se debe a que con la ayuda de un compás y de una regla no se puede trasladar desde el punto de vista geométrico el contenido completo del círculo al cuadrado. Esto significa, simbólicamente, que con medios humanos (compás, regla) no resulta posible imaginarse cómo sería el cielo o la perfección (círculo).

En la cruz celta nos encontrarnos unificados el símbolo del círculo y el del Cuatro, y simboliza las cuatro estaciones sagradas que tienen lugar a lo largo del año, así como las cuatro fases lunares, tal y como las contamos actualmente, en el calendario original o en la corona de Adviento que estructura perfectamente la figura del círculo con sus cuatro velas.



 Esta simbología se expresa de forma significativa en la construcción de las iglesias. Desde tiempos remotos, ya en la época de los etruscos, se pretendía edificar emulando al cielo y a la tierra, por lo que se construía una muralla cuadrada sobre la que se colocaba una cúpula que imitaba a una carpa celestial. Esta simbología resultaba tan importante que fueron exhaustivos los esfuerzos arquitectónicos que se realizaron para intentar unificar y redondear los diferentes tejados y obtener así una cúpula lo más perfecta posible.

Los planos de numerosas iglesias presentan igualmente esta simbología. La gran basílica romana está compuesta por una galería cuadrada (el mundo de los hombres) y por un semicírculo, que en la mayoría de los casos está orientado hacia el Este, que limita con dicha galería y que recibe el nombre de ábside, en la cual antiguamente se encontraba la figura de Dios. En las basílicas cristianas este semicírculo se convierte en la sala en la que se erige el altar y en la que la luz que pasa a través de la ventana simboliza al Dios invisible. Finalmente, el plano horizontal de muchas iglesias y catedrales se termina convirtiendo en una cruz.


 El punto de corte en el que convergen la base longitudinal con la base que define la anchura del edificio en cuestión se denomina intersección de la nave o cuadratura. Representa el mundo terrenal sobre el que se levantará la cúpula celestial.

Se tiende a relacionar aquello que es hecho a mano con el Cuatro. Mientras que en la naturaleza abundan las figuras circulares, las cosas redondas y las líneas rectas son la excepción, en el caso de aquello que el hombre construye con sus propias manos ocurre lo contrario. Nos gusta lo que es recto y cuadrado y eso lo demuestra nuestra forma de vivir. Los pueblos más arcaicos vivían en cuevas, en habitáculos con forma circular o tenían la costumbre de acampar alrededor de un fuego formando un círculo. Cuando el hombre abandona la naturaleza y comienza a crear poblaciones mayores y ciudades, el Cuatro comienza a verse representado en sus edificaciones.

La mayoría de las ciudades tienen hoy manzanas cuadras, vivimos en habitaciones cuadradas, que son parte de una casa cuadrado, con ventanas, puertas, mesas, armarios y camas cuadradas. Y además cada uno dispone de su «cuarto».


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