Los símbolos son propios del ser humano, pues ya formaban parte del lenguaje en las culturas pre alfabetizadas; no en vano, las imágenes siempre fueron el modo más directo de transmitir las ideas, estuvieran esculpidas en el dorso de un menhir o en la portada de una catedral gótica.
El símbolo etimológicamente deriva de un vocablo griego: symbolon, (signo). Primitivamente, el símbolo era un objeto partido en dos, del que dos personas conservaban cada una la mitad. Estas dos partes unidas servían para reconocer a los portadores su compromiso o su deuda. Era una contraseña, una forma de reconocimiento.
Así, de una manera sencilla, se transmite una idea o un acuerdo que se esconde en un dibujo, y sólo aquellos que tienen la contraseña puedan utilizarlo.
Por ejemplo, en la antigüedad los viajeros le obsequiaban a su anfitrión una parte de una medalla partida como testimonio de gratitud y conservaban la otra mitad. Eso tenía por objeto de que, en el futuro, al serle presentada esa media medalla pudiera el viajero o bien sus familiares retribuir la hospitalidad recibida.
Y así el símbolo deja de ser una simple imagen y comienza a tener un sentido para el que sabe descifrarlo y reconocerlo. Es una clave, que nos permite descifrar el mensaje. Pero lo esencial es que el símbolo mismo actúa como catalizador, como un activador de nuestra mente, para llevarnos al conocimiento.
A diferencia del signo, que tiene una connotación literal asumido por convenio, el símbolo es una figura literaria que añade al texto un significado oculto que no se advierte a primera vista, ya se refiera a un objeto, concepto, o a la cualidad de un personaje. Por ello se relaciona a la balanza con la equidad o la justicia, y a la espada con la rectitud o la fuerza de voluntad.
Muchos autores han reiterado temas que eran objeto de su preocupación, alcanzando el rango de símbolos en su literatura. Tal es el caso de Jorge Luis Borges cuando escribe sobre la idea recurrente del tiempo y su carrera fugaz; del infinito y el universo insondable como personificación de la eternidad; de los laberintos y las bibliotecas como representación de la imposibilidad humana por alcanzar la sabiduría total; y de los espejos, los cuales devuelven al hombre la imagen de su realidad, o tal vez, de su etérea vanidad.
Recordemos que los símbolos, son disparadores de intuiciones, ricos en ideas, que preceden al entendimiento. Por otro lado, las palabras, aunque también pueden transformarse en símbolos, producen principalmente pensamientos. Es importante destacar esta diferencia entre el método educativo que hemos vivido durante nuestro paso por la escuela primaria y secundaria y el método simbólico.
La fuerza del lenguaje simbólico radica en su eficacia para involucrar y co-implicar al intérprete. El poder de persuasión y de convicción del símbolo estriba precisamente en que a través de la imagen se vivencia un sentido y se despierta una experiencia en la que este se ve implicado.
En el momento de la explicación, el sujeto debe aportar su propio imaginario que actúa como medio en el cual se despliega el sentido, y debe atender a las "resonancias", a los "ecos" afectivos que se despiertan en él. El sujeto se compromete, entiende, vive el símbolo.
Esta múltiple función del símbolo, y su plasticidad hacen que su contenido no quede nunca definitivamente explicado. De hecho, podemos descubrir diferentes niveles de sugerencias en cada uno de ellos. Además, el efecto cruzado de interpretaciones en el interior de un grupo de gente afín tiene un efecto multiplicador en el conocimiento propio y en la implicación permanente de los miembros del grupo. El símbolo detenta un poder de resonancia en lugar de poseer un significado dado.
En el interior del grupo se produce un reparto de tiempos y un doble juego de planos. Por un lado, el nivel de comunicación verbal, lineal, poniendo en acción nuestro hemisferio cerebral derecho y permitiendo el uso de herramientas de razón, un taller de análisis y pensamiento. Por otro lado, el nivel de comunicación simbólica, el régimen gestual, esférico, poniendo en acción nuestro hemisferio cerebral izquierdo y permitiendo que el grupo sea un lugar de evocaciones.
Es importante destacar que en el mundo moderno se ha perdido en gran medida la comprensión del valor de los símbolos como una herramienta de aprendizaje. Desde nuestros primeros años, el juego simbólico ha sido fundamental, ya que los niños participan en juegos e imitan diversas situaciones, circunstancias y personas. En el juego simbólico, los niños actúan "como si". Por ejemplo, jugar a ser médicos, como si es probable que sean médicos de verdad, o ser madres cuidando de sus muñecas, como si realmente sean madres. A través del juego simbólico, los niños lograrán interpretar y comprender mejor el mundo que les rodea.
La mayoría de la gente percibe los símbolos más profundos sobre todo en sus sueños, también se aprecian en las pinturas y dibujos espontáneos producidos por los niños y por los pacientes en psicoterapias. El símbolo se genera en el subconsciente como expresión espontanea de alguna profunda facultad interna de la que somos conscientes, pero no podemos encerrar en palabras.
Una de las principales ventajas del lenguaje simbólico es su capacidad para expresar conceptos abstractos. Los símbolos pueden representar ideas complejas que de otra manera serían difíciles de entender o explicar. Por ejemplo, las matemáticas utilizan símbolos para representar conceptos abstractos como el infinito, la raíz cuadrada, la integral, etc. Sin estos símbolos, sería imposible hacer cálculos complejos y avanzados.
Además, el lenguaje simbólico nos permite comunicarnos de manera más eficiente. Los símbolos pueden transmitir información de manera más rápida y precisa que las palabras. Un ejemplo de ello es el sistema de señales de tráfico. Estas señales utilizan símbolos para indicar qué acciones debemos tomar mientras conducimos, como detenerse, girar a la derecha o a la izquierda, etc. Estos símbolos son universales y se entienden en todo el mundo, lo que hace que la comunicación sea más fácil y efectiva.
Otra ventaja del lenguaje simbólico es que nos permite expresar nuestras emociones de una manera más efectiva. Los gestos, las expresiones faciales y otros tipos de símbolos pueden comunicar una amplia gama de emociones, desde la felicidad y el amor hasta la tristeza y el miedo. A veces, las palabras no son suficientes para expresar lo que sentimos, y los símbolos pueden ayudarnos a transmitir nuestras emociones de manera más efectiva.
En resumen, el
lenguaje simbólico es esencial para nuestra comprensión del mundo y para
nuestra capacidad de comunicarnos. Nos permite expresar conceptos abstractos,
comunicarnos de manera más eficiente y expresar nuestras emociones de manera
más efectiva. Es por eso que el lenguaje simbólico es una parte fundamental de
nuestra vida diaria y su importancia no debe subestimarse.