El objetivo de la educación es formar seres libres, aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás. El compromiso se orienta a la libertad de conciencia, y no a la eventual salvación de las almas.
Nuestra meta personal es la de "aprender a ser uno mismo, a conocernos y que nuestra satisfacción emane de nosotros".
La Palabra EDUCACIÓN, proviene del latín “EDUCERE” que significa conducir, guiar, orientar y se refiere a la propagación de toda clase de enseñanzas. No es sólo transmitir información, actualmente hay mucha más información en Internet que en cualquier escuela, pero si no se tiene criterio no sirve de nada. Se la confunde intencionalmente con la INSTRUCCIÓN, que es muy útil para realizar un trabajo, pero no tiene importancia en la formación de la personalidad. Los estados y las empresas hacen hincapié en instruir en ciertas especialidades y en adiestrar a las personas desde niños, por ejemplo: en cumplir horarios. Pero se instruye y adiestra a los perros para que puedan obedecer a su amo.
Los estudiantes no aprenden por una mera trasferencia de conocimientos, que se incorporan de memoria y después se recitan. El aprendizaje verdadero tiene que ver con descubrir la verdad, no con la imposición de una verdad oficial, esta última opción no conduce al desarrollo de un pensamiento crítico e independiente. La obligación de cualquier maestro es ayudar a sus estudiantes a descubrir la verdad por sí mismos, a buscarla, sin eliminar la información y las ideas que puedan resultar incómodas.
El desarrollo de un pensamiento crítico permite observar y ponderar la realidad, con el objetivo de continuar aprendiendo, analizando las situaciones desde diferentes perspectivas y al mismo tiempo transformar el entorno para mejorar el contexto donde se desenvuelve. Esto permite formar estudiantes proactivos y con la capacidad de solucionar los diferentes problemas que se puedan presentar.
Consideremos con más detalle qué significa enseñar la verdad y que todo el mundo aprenda a distinguir las verdades de las mentiras. Me parece que no requiere más que sentido común, el mismo sentido común que nos hace adoptar una postura crítica hacia las ideas que no nos gustan y hacemos la vista gorda y no somos críticos con las que compartimos.
Si bien la educación no cambia al mundo, es el único medio que existe para cambiar a las personas que son capaces de cambiar el mundo.
Es por ello que sería ingenuo pensar que los grupos que detentan el poder, promuevan una educación que le permita a la gente a percibir la realidad en forma crítica.
UN POCO DE HISTORIA DE LA EDUCACION
A lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha habido diferencias educativas entre las diferentes clases sociales. No sólo en la India, donde por la religión, la existencia de las castas determinan la educación que tendrá una persona ya que allí todo hombre nace, vive y muere en una casta; en consecuencia, es su deber aprender los usos, los hábitos y las prácticas propios de su casta. En la antigua Atenas los hijos de los nobles tenían un programa educativo hasta los 18 años. Los niños pobres deben en seguida ejercitarse en la agricultura y al hijo de un artesano se le enseñaban solo los más elementales conocimientos en lectura, escritura y cálculo. Por cual el Estado, al servicio de la aristocracia, sólo le daba educación superior gratis a los que habían completado los estudios primarios que eran pagos. Y como sólo eran elegibles para los cargos del Estado los que habían pasado por la enseñanza superior, se comprende que el resultado de la "enseñanza libre" fue concentrar todos los cargos entre las familias nobles.
En Roma, en los primeros siglos, la educación siguió siendo principalmente una cosa de ricos. Después instituyeron una educación para aprender lectura y cálculo, obligatoria, gratuita y pública, fuera del entorno doméstico, para todos (salvo los sin recursos) con un maestro denominado “ludi magister”, con bajo sueldo y pagado voluntariamente por los padres de los alumnos. Nace allí una incipiente profesión educativa. Mientras Roma fue un estado reducido, sus clases dominantes podían contentarse con la enseñanza limitada de que hablamos. Pero a medida que el comercio creció, se requirió de enseñanza superior, costosa, que conducía a los altos cargos oficiales a la que solo tenían acceso los ricos.
Siglos más tarde, el proyecto de Carlomagno consistió en la recuperación del legado de Roma, del que se sintió continuador. Anexar y cristianizar fueron las claves de la política, y para consolidarla, promovió la creación de escuelas y bibliotecas, así como el establecimiento de un sistema de enseñanza, pero lo hizo con fines de control social y para proteger los intereses de la clase dominante.
Existieron 3 tipos de escuelas. Una para la nobleza en las escuelas Palatinas, otra para el clero en los conventos donde se enseñaban las 7 artes liberales, y por último, para la gran mayoría, estaban las escuelas parroquiales y además había un porcentaje muy elevado de analfabetos. La Iglesia Católica estaba encargada de la educación, para difundir el dogmatismo, el memorismo y concientizar a la población en el cumplimiento, la obediencia, la resignación y el fatalismo.
La sociedad quedó estructurada en dos grandes sectores: una minoría de
privilegiados (Nobleza y Clero) que sabían leer y escribir y tenían acceso a la
educación (control de los saberes) y la gran mayoría de “no privilegiados”, una
instrucción básica para realizar tareas, es decir como fuerza de trabajo que en
ese entonces no requería saber leer ni escribir pues era trabajo agrícola o
artesano que se aprendía con la práctica. Esta estructura social perduró
la totalidad de la Edad Media en Europa, convirtiéndose en un referente de
jerarquización social rígido. Recién en el siglo XIX, cuando arranca la
industrialización que requiere una fuerza de trabajo que supiera leer, escribir,
y matemáticas elementales, se comienza a pensar en un cambio en el modelo
educativo. Así mismo se requirió una formación en valores ciudadanos, para
sostener la cohesión social al disminuir la influencia de la iglesia como
elemento de contención.
Fue entonces que de la mano de la masonería y de la reforma protestante, que trataba de enseñar a leer para que el pueblo pueda acceder a la Biblia, empieza a gestarse una concepción humanista, dejando de lado la prohibición de indagar, por tratarse de verdad revelada, en donde la educación es la avanzada contra el oscurantismo y ante la industrialización incipiente se comienza a pensar en una educación pública gratuita.
Fue entonces, que a fines del siglo XIX, en varios países aunque voy a referirme a la Argentina en particular, se dio una discusión de dos modelos diferentes. Todo proyecto educativo contempla una base ideológica que hace, no solo a los contenidos de los programas, sino también, si está dirigido a todos o sólo a un pequeño grupo y además: ¿Cuál es el objetivo de la educación?, es decir, para qué se enseña y al servicio de qué intereses están dirigidos los esfuerzos educativos de un país.
En uno de los modelos, la creación de una sociedad más compleja producto de la industrialización, implicará de la llegada de una nueva economía, que será forjada por la elite política y económica. Éste grupo social es dueño de la riqueza económica y contará con el apoyo de otra elite intelectual que asumirá el papel de diseñador de programas destinados a asegurar la permanente hegemonía y creciente prosperidad de quienes ya tienen el poder.
Mientras se edifica esta base de concentración económica, quienes no participen de éstas elites no recibirán ningún aliciente que haga menos penosa esta dura transición social. Crecimiento económico significa crecimiento acelerado de la producción, sin ningún elemento redistributivo, ya que el mercado consumidor de la producción será el extranjero y no se necesita brindar una instrucción formal para poder participar como fuerza de trabajo en la nueva economía, los que se necesiten serán provistos por la inmigración.
El ingreso de capitales y trabajadores extranjeros es la base para el cambio económico acelerado para éste proyecto político. El papel de la educación es irrelevante. Una instrucción formal muy completa para poder participar como fuerza de trabajo en la nueva economía no es necesaria por estar suplida por la inmigración europea. Por otro lado, la educación pública pone en peligro al sistema por despertar en los pobres nuevas aspiraciones. Al enseñárseles a leer pone a su alcance una literatura que les dirá que ellos también tienen derecho a participar más plenamente del goce de esos bienes.
LEY
DE ENSEÑANZA LAICA, GRATUITA Y OBLIGATORIA
El otro modelo educativo, que en el caso de Argentina fue el que en ese momento se adoptó, surge de las ideas de Sarmiento que había sido Gran Maestre de la Masonería Argentina y ejercido la Presidencia de la Nación hasta 1874.
Sarmiento había viajado a EEUU comisionado por el gobierno chileno para estudiar su modelo educativo y fue entonces cuando llega a la conclusión que el desarrollo económico-social de una nación se debe basar en la plena integración del mercado nacional, que sólo podría estructurarse mediante la comunicación escrita con un público disperso de consumidores a los que hay que integrar al progreso personal y al bienestar económico. La educación popular era el instrumento indispensable para poner en marcha el desarrollo social tan ansiado. Esto significa incluir la participación en la propiedad de las tierras. La escuela pública era la fragua necesaria para templar este proyecto, que incluía la transmisión de valores culturales y pautas de conducta, para unificar una población mayoritariamente inmigrante de diferentes culturas.
Sarmiento, dedica todo su tiempo a la sanción de la Ley 1.420 de enseñanza laica, gratuita y obligatoria, que colocó la escuela pública al alcance de todos, con la que la Argentina fue la nación más alfabetizada de América. Esta ley fue impulsada por la masonería, y promulgada en 1884 bajo la Presidencia de Roca.
La obligatoriedad supuso asegurar la existencia de escuelas al alcance de todos los niños, medio para el acceso a un conjunto de conocimientos orientados a la construcción de una nación (homogeneidad e identidad). La formación de maestros, el financiamiento de las escuelas públicas y el control de la educación privada y pública quedaron en manos del Estado. La Ley 1420 sentó además las bases para el laicismo, al dejar la educación religiosa como materia optativa, fuera del horario escolar.
Hacia 1910 dos de cada tres personas ya sabían leer y escribir, en tanto que la escolarización alcanzaba al 90%. Para Sarmiento, la educación es la diferencia entre un proyecto de nación y una simple factoría. Éstos y no otros, son los dos escenarios posibles para un país y el destino de su gente.
"Educar al soberano" tiene, aun hoy la vigencia de la obra que espera ser realizada, ya que la educación fue vapuleada a partir de 1930 (luego de la división y pérdida de influencia de la Masonería en Argentina y el resurgimiento de las instituciones corporativas) y desguazada en los últimos 60 años. La degradación llegó a tal punto que una empresa como Toyota no consigue en estos días, empleados que puedan siquiera leer el diario, ni requiriendo personal que haya terminado el secundario. ¿Cómo explicar que jóvenes que tienen trece años de escolarización, egresen del secundario sin saber leer adecuadamente?
Esto ocurre porque existe una gran simulación de parte de todos los actores. Los docentes y los alumnos construyeron acuerdos tácitos con los que van zafando unos y otros, y así pasa el tiempo y se aprueba el nivel. Los políticos lo saben, pero miran para otro lado y los especialistas en educación están ocupados en sus temas y no quieren ofender a los docentes. Los sindicalistas amenazan con el conflicto cada vez que se intenta destapar la olla. La simulación se mantiene porque los afectados son los pobres, cuya voz no llega a la esfera pública. No podemos insistir con un modelo que basta asomarse a una escuela para ver que no funciona, que no creen en ella ni los directivos, ni los docentes, ni los alumnos, que cuando se les pregunta para qué van dicen ’porque nos obligan’, y si no, no vendrían nunca. Es que el sistema de educación pública está destinado a contener a los pobres, con la ilusión de que aprenden para lograr una vida mejor, lo que obviamente no puede ocurrir por la pésima calidad educativa.
Sacar buenas calificaciones no garantiza
que al terminar sus estudios el graduado, sea una persona de buenas costumbres,
se pueda desempeñar libremente en la sociedad o pueda conseguir un trabajo. La
escuela sigue evaluando solo las competencias cognitivas, asignando
calificaciones y ponderando a los que mejor puntaje obtienen en las asignaturas.
La calificación de las actitudes o valores no aparece en ningún registro de la
escuela.
A modo de ejemplo podemos ver cómo se ha ido degradando el sistema con algunos hitos importantes en la creación de este simulacro, que comenzó en los años treinta con el resurgimiento de las instituciones corporativas reemplazando y corrompiendo las instituciones republicanas mediante la injerencia en el estado de, agrupaciones religiosas, sindicales, empresariales y financieras.
En Argentina, en el año 1943 se derogó la ley de enseñanza laica no sólo para restaurar las clases de catolicismo, sino también para utilizar la escuela pública como vehículo de evangelización, el Estado como instrumento de catequesis antiliberal, católica, nacionalista, y anti secular. En los años 50 se comenzaron a subsidiar las escuelas privadas, lo cual dio origen a un heterogéneo mercado de educación privada, dispuesto a atender a los sectores de las clases altas y medias que abandonaban la escuela pública en pos de una educación más exclusiva para sus hijos. Se iniciaba allí una división ya que los pobres, pasaron a ser, con el tiempo, la población que atiende el Estado y la degradación de la escuela pública. En 1958, se permitió la introducción masiva de universidades confesionales y privadas, al permitirles otorgar títulos habilitantes, cuando antes debían rendir una reválida, utilizándose parte del dinero destinado a las escuelas públicas para los negocios privados. De este modo además se formaron los cuadros técnicos y profesionales afines, para dirigir al estado en su beneficio.
En la escuela pública sólo debería resultar aceptable como enseñanza lo verificable (es decir, aquello que recibe el apoyo de la realidad científicamente contrastada en el momento actual) y lo civilmente establecido como válido para todos (los derechos fundamentales de la persona constitucionalmente protegidos), no lo inverificable que aceptan como auténtico ciertas almas piadosas o las historias inventadas por alguna ideología política en particular. La educación debe preparar hombres para ser los dueños de su propia vida, de su propio destino.
El conocimiento como tal dejó de ser el objetivo central del proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dándose prioridad a las técnicas, las cuales se han convertido en el objetivo prioritario de la educación. La declinación de la “educación” y su confusión con “enseñanza” permiten una sociedad sin ideales y sin cultura, preparada sólo para realizar una labor para la que sería competente. Eso es lo que está detrás del famoso slogan de: “saber hacer”. Por ejemplo cuando te inculcan la falsa idea de que saber manejar una computadora te habrán salvado del desempleo y la miseria.
La educación por
competencias se carga de un plumazo todo lo que en la educación procuraba la
“comprensión” de la realidad, al calificarlo como “saberes muertos”, sin
valor (ni de mercado, ni moral). La principal víctima de las competencias
es la búsqueda de “la verdad sobre el mundo” (conocimiento racional) puesto
que ha declarado a la realidad como un hecho “imaginado” (no objetivo) y
relativo. En mundo marcado por la crisis económica y social, la injusticia, la
desigualdad, la discriminación, la corrupción generalizada, no es muy
conveniente, para algunos, que los estudiantes reflexionen sobre la realidad.
La educación no es una variable aislada, pues depende y está interrelacionada con otros factores como la salud, el trabajo y la alimentación, cuya falta de universalidad y equidad nos hace sospechar que el conflicto social estará presente por algún tiempo más en el devenir histórico del hombre.