
En el Génesis de la biblia se cuenta la historia de “Caín y Abel”. Estos dos hermanos, hijos Eva, representan la primera diferenciación en los tipos de sociedades que han existido desde los orígenes de la presente humanidad. En el mundo simbólico de la Biblia, Caín representa al “agricultor”, símbolo de la sociedad sedentaria y Abel como “pastor” simbolizando las culturas nómades.
Puesto que Caín es designado como el primogénito, el mayor de ambos hermanos, pareciera indicarnos que la agricultura es anterior al pastoreo, de hecho, cuando Adán estaba en el paraíso, se dedicaba a cultivar el jardín del Edén.
Los sedentarios, representados por Caín, son como el vegetal, fijo por naturaleza y sólo necesitan un sitio donde asentar su vida durante un tiempo. En forma sencilla, se los podría llamar rutinarios.
En cambio, los pueblos nómades, representados por Abel, se relacionan con el reino animal, móvil como ellos, sujetos a continuas peregrinaciones para obtener agua y comida. Necesitan un amplio territorio para moverse con su ganado, en un tiempo siempre cambiante porque sus realidades son inestables, con épocas de frio y calor o temporadas de lluvia o sequía.
Las actividades sedentarias y nómades tienen su
correspondencia en la fórmula alquímica solve et coagula. Disuelve y coagula,
en el sentido de aglutinar, juntar.
Mientras que el pastor, simbolizado por Abel,
disuelve en un amplio territorio su errante vida, sin ataduras, ni
construcciones permanentes que le impidan trasladarse de un sitio a otro.
El agricultor, simbolizado por Caín, comprime su vida en un pequeño espacio y termina construyendo casas de piedra firmes y ciudades para vivir amontonado. En ellos sólo cambia el tiempo, tienen una referencia temporal. Es por eso, que nuestra civilización que es mayoritariamente urbana, sedentaria, gente de ciudades, vive pendiente del tiempo y del reloj.
La ambición de los sedentarios fue en aumento. Ya con sus ciudades pobladas en número creciente, las extendieron y para enfrentar los problemas generados se inventó una organización social como la democracia, para transferir la culpabilidad de las decisiones a la gente.
Primero trasladaron a las tribus nómadas a las ciudades y luego esa inacabable intención colonizadora se extendió por todas partes y borró de la historia a todos los pueblos aborígenes sometiéndolo a su Dios, a sus costumbres y a sus reglas jurídicas, sin haberse preguntado una sola vez si tales pueblos estaban dispuestos a cambiar de dioses, a mudar sus hábitos milenarios y a sustituir una puesta de sol en un horizonte ilimitado por una estrecha habitación urbana.
Sometida la vida nómada por la sedentaria, el resultado es que se repite el simbolismo del fratricidio bíblico. Ha vencido como siempre y desde aquel origen cosmogónico el maldecido, vertiendo la sangre del bendecido Abel.
Todos sabemos que Caín mató a Abel. Que ha cometido fratricidio. Que el agricultor ha matado al pastor. Que el letrado, con sus libros y escritos en piedra, ha vencido contra el iletrado de tradición oral.
Que el sedentario ha acabado con el nómade. Pero sabemos también que la humanidad desde que ha impuesto el modo de vida sedentario ya ni siquiera los pueblos originariamente nómadas han mantenido su estilo de vida.
Por ejemplo los hebreos, con predilección por Abel, pastor como ellos, que en sus orígenes vagaban por el desierto, trasladando el arca de la alianza utilizando un tabernáculo, cambiaron esa vida nómade cuando construyeron el templo y se asentaron en Jerusalén a partir de los reyes David y Salomón.
Ambos constructores de templos y palacios, evidencias propias de los descendientes de Caín. Con el sedentarismo perdieron los hebreos hasta el significado original del Tabernáculo, que es un santuario itinerante, una tienda o carpa sin puertas, sin candado, ni rejas porque reinaba la paz.
A partir de ese momento, sus manos se llenaron de sangre por las guerras y perdieron la paz.
Es del todo necesario comenzar por los orígenes; es decir, que nos remontaremos a la primera sangre derramada en las páginas de la Biblia: el fratricidio consumado por Caín.
Este fratricidio posibilita más de una interpretación. La masonería suele dar la versión más favorable para el homicida, destacando los aspectos personales y familiares de este episodio, (se puede consultar la obra El Secreto Masónico, p. 41, (ed. Martínez Roca, Barcelona 1987), del Gran Maestre Robert Ambelain).
Según la enseñanza talmúdica, basada en la tradición oral de La Torá, la historia de la muerte de Abel difiere de la relatada en el génesis de la Biblia, que fuera elaborada por el clero.
Ella se basa en que habiendo sido Caín un hijo bastardo nacido de la infidelidad de Eva que copuló con el Dios Iblis, fue repudiado por Adán y por el Dios Adonaí, En esta disputa entre dioses y hombres, Caín debió soportar el rechazo de su padre y del Dios Adonai, pagando por el pecado de su madre.
Ante tanta injusticia, mató a su hermano para liberarse de tan pesada carga. Esta versión está fraguada desde el punto de vista del homicida.
Según la concepción Talmúdica, desde el comienzo de los tiempos, dos dioses se repartieron el universo. Adonai, que es el amo de la Materia y e Iblis o Satanás, que es el amo del Espíritu. Adonai, quien, con barro crea al Primer Hombre para su servicio, pero sin conocimiento. Motivado por la compasión, Satanás despierta su espíritu, le da la inteligencia.
Habría entonces dos principios creadores, el amo del espíritu, representado por Satanás, que le da al hombre la comprensión, y otro Adonai que quiere decir "El Señor" en hebreo, el Dios monoteísta de los cristianos, un Dios que se asimila a lo material.
Satanás seducía a Eva, la fecundaba y, junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno la chispa divina del conocimiento. En efecto, según las tradiciones talmúdicas, Caín nació de los amores de Eva y Satanás.
Abel nacerá de la unión de Eva y Adán, dos humanos.
El pecado original de Eva aquí se presenta como fornicación con Satanás, y en base a esa genealogía los semidioses descendientes de Caín, denominados Elohín, se hacen herederos de un derecho de "pueblo elegido" debido a su puesto que su superioridad sobre los hombres descendientes de Abel hijo de dos humanos como Adán y Eva.
Caín Insiste sobre lo doloroso de su suerte. Sólo él trabajaba la tierra, arando, sembrando, mientras que Abel, cómodamente tirado bajo los árboles, vigila sin esfuerzo los rebaños. Cuando les tocaba ofrecer los sacrificios a Adonai, Caín elegía una ofrenda benigna: frutos y trigo. Abel, por el contrario, ofrecía en holocausto a los primogénitos de sus rebaños.
Aquí Caín se presenta como una víctima de la injusticia de Adonai, Dios de la tradición cristiana, que desprecia sus ofrendas y le hace trabajar a él y sus descendientes en venganza por ser fruto de la relación de Eva con Satanás.
La primera relación sexual de Eva fue con Satanás, de quien aprendió los secretos del sexo, dado que el su primer hijo fue Caín. Luego Eva le da lecciones a Adán. Es interesante observar, que es la mujer es la que inicia al hombre en los placeres del sexo.
La mayoría de las personas hemos escuchado el relato de los sacerdotes cristianos, judíos y musulmanes que nos dice que hay un solo Dios, una pequeña, pero muy poderosa minoría, plantea que también existe un dios de la Luz, denominado Baphomet, Lucifer, Iblis, Prometeo…, que aparece a lo largo de los tiempos entre los templarios, los rosacruces, los illuminati, la masonería.
Desde un punto de vista Psicoanalítico es interesante observar la dualidad de sentimientos que se da en el vínculo entre hermanos y que se extiende a todas las otras personas. Compartir y/o competir. Pelear por el espacio propio, puede dar lugar al deseo de aniquilar al otro.
En el otro extremo está la posibilidad de compartir, partir con el otro lo que hay, de poder dar y tomar aspectos del otro generando así la posibilidad de un vínculo.
Podemos interrogarnos acerca de cómo incide la culpa, en esta pendulación del sujeto entre el deseo de matar a ese otro que nos impide sentirnos únicos, y la posibilidad de aceptar no tenerlo todo y compartir el afecto de una madre, de una familia, de un grupo, de un país.