Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontraremos y lo perderemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía...
El Laberinto como metáfora de la vida
Las leyendas antiguas cuentan que en todas las culturas han ocurrido laberintos a los que los más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. La vida es como un laberinto, con múltiples caminos y una sola salida, por lo cual los laberintos son fascinantes, ya que representan la complejidad de la vida.
Los laberintos se pueden encontrar en diversos lugares como mandalas, espirales de la prehistoria, zigurats babilónicos, catedrales góticas, diseños de nudos de Durero y Da Vinci, el hilo del rosario en distintas tradiciones religiosas como el árabe, hindú o cristiano, la Caverna de Platón, el juego de la Oca, la escalera de Jacob, y el Vía Crucis de los católicos.
En general, el laberinto es un símbolo de las dificultades y obstáculos que una persona debe enfrentar a lo largo de su vida para alcanzar sus objetivos. Se visualiza como un lugar al que se llega después de superar dificultades.
La imagen más común del laberinto es la espiral, ya que simboliza tanto el camino evolutivo en su sentido de desarrollo gradual, como un portal a otras dimensiones o vidas. Los obstáculos encontrados en el recorrido representan los desafíos y frustraciones de la vida, y el recorrido en sí mismo ofrece la posibilidad de transformación. El laberinto conduce al interior de uno mismo, donde reside el verdadero yo, ya partir de ahí se puede conocer quiénes somos y qué queremos.
El premio del laberinto está reservado para el iniciado, aquel que ha aprovechado el viaje para aprender y crecer a través de la reflexión, la búsqueda interior, y el desempeño de situaciones y roles. Esto le permite observarse en diversas circunstancias y aprender sobre su comportamiento en diferentes situaciones.
El símbolo del laberinto está asociado a los rituales de iniciación que, a diferencia de la educación, no se dirige únicamente a las facultades racionales, sino también a la intuición y al instinto, lo cual permite tener acceso al autoconocimiento.
Para lograrlo, es fundamental aprender a pensar y razonar por nosotros mismos, y luego creer en nuestras propias conclusiones basadas en nuestro razonamiento. El problema es que desde temprana edad se nos enseña a creer en lo que se nos enseña primero, y luego a razonar sobre ello. Debemos desaprender y liberarnos de estos patrones.
Una vez que superamos estos desafíos, llegamos al centro y ahí debemos enfrentarnos a nuestro "monstruo interior" (que simboliza nuestros instintos más primitivos), similar al Minotauro del Laberinto Griego.
Es necesario sacar afuera nuestros miedos inconscientes, que generalmente son los más antiguos, como el miedo a la muerte. Solo entonces estaremos listos para obtener el tesoro que buscamos. En diferentes culturas, el héroe que entra al laberinto puede ser un Hércules, un Teseo, un Dante, un Jasón, un Eneas, un Osiris, un Jacob, un Gilgamesh o un Orfeo, dependiendo de la tradición.
Puede parecer que el mayor desafío en el laberinto es encontrar el centro, pero después de eso, es necesario salir del laberinto y aplicar lo aprendido en la vida cotidiana. Esta es la prueba más difícil y donde muchos fracasan. Algunos no quieren abandonar su zona de confort y enfrentarse al mundo, ya que la fascinación de permanecer en la comodidad representa un riesgo latente.
En el mito griego, el ejemplo arquetípico de esto es Teseo, quien promete a Ariadna (hija del Rey Minos) que, si logra vencer al Minotauro, la llevará a Atenas y se casará con ella. Ilusionada con esta promesa, la princesa le da a Teseo un ovillo mágico que le permite no perderse en el laberinto, y ella se queda en la entrada sosteniendo el otro extremo.
Él se interna en el laberinto, mata al monstruo y sale para encontrarse con su amada, a quien posteriormente abandona mientras duerme, en un acto de cobardía.
El mismo hilo que permitió al héroe entrar y salir del laberinto lo ata después a su salvadora; él rompe esta atadura cuando abandona a Ariadna y huye en silencio hacia su destino de héroe trágico, sin saber que al otro lado del laberinto había otro laberinto, el del tiempo, del cual no pudo escapar.
Teseo fracasa en escapar al destino de héroe trágico que otros le han asignado y debe seguir luchando en nuevas aventuras hasta su muerte.
Lo curioso es que algunos todavía ven a Teseo como un modelo a seguir y se enorgullecen de lograr objetivos impuestos por otros, a cualquier precio, perjudicando a otros y sin cumplir acuerdos. Teseo llegó al centro del laberinto, pero no pudo abandonar el papel de héroe impuesto por mandato y continuó repitiendo su historia en otros lugares.
En cambio, Ariadna desaparecerá de los laberintos después de conocerse a sí mismo y construir su identidad.
Pocos hacen hincapié en esta parte de la historia, es importante destacar que el que entró y salió del laberinto fue Teseo, y aunque después fracasó en lo personal, el cuento termina cuando mata al Minotauro. Pero la historia continúa con Ariadna y tiene un final feliz.
Ariadna se transforma a partir de su encuentro con Dionisos, el dios del vino y del éxtasis místico. Después de ser abandonada por Teseo, Dionisos corteja a Ariadna y se convierte en su esposo.
Dionisos es el dios transgresor que permite lo inesperado, rompe la monotonía y posibilita el surgimiento de lo que había permanecido oculto y reprimido.
A través de la fiesta y la embriaguez, Dionisos nos separa de la línea recta que conduce inexorablemente hacia la muerte, rompe el tiempo lineal y nos da un nuevo hilo cuya longitud no está sometida a la vara de medir de las Moiras, sino que es el ovillo mágico de su esposa Ariadna, ese hilo interminable que permite desviarse del destino preestablecido y transitar infinitas veces por el laberinto de lo incierto, lo desconocido y lo inconsciente.
Dionisos es la divinidad que reúne y conecta, que lleva a cabo la síntesis de lo heterogéneo.
"En la unión de Dionisos y Ariadna hay un intercambio mutuo. Él toma el hilo que ella le tiende y llega hasta el centro del laberinto, y ella, que creía conocer el laberinto, se interna otra vez en él con una nueva mirada, propiciada por la conexión entre distintos mundos que Dionisos le muestra y comparte con ella.
Con Dionisos, Ariadna ya no es el alma que aguarda fuera del laberinto mientras otro entra. Es ella misma quien transita todos los laberintos, intenta descifrarlos, darles sentido y vencer a todos los monstruos, que son metáfora de todos los miedos.
Ariadna nos recuerda que el conocimiento profundo de las cosas siempre implica una cierta audacia, pues requiere ir más allá de lo establecido. Y también nos recuerda que es bueno aprender de la mirada del otro, que la necesitamos para comparar y aprender.
Según el relato mitológico, Ariadna muere poco después de su boda con Dionisos, pero el desconsuelo de éste es tan grande que su padre, Zeus, intercede para que Dionisos descienda al mundo subterráneo y rescate a su esposa, otorgándole así la inmortalidad.
De nuevo, el ovillo de Ariadna funciona como un talismán que conecta los dos mundos y le permite adentrarse en la región de Hades y regresar después al mundo de los vivos, saliendo así de un laberinto, el de la muerte, del que muy pocos regresan.
Allí donde fracasó Teseo (porque solo resolvió el tema de esta existencia), triunfa Ariadna, gracias a que con sus excesos fue más allá de los límites establecidos."
¿Pero cuál es en realidad ese Hilo de Ariadna?
"Usaré una metáfora, aunque alejada de la realidad, que nos será útil. Imaginemos retroceder en el tiempo en pocos segundos, pasando de la vejez a la madurez, de la juventud a la niñez, del parto al feto y de éste al embrión.
Cada una de estas etapas de la vida son distintas modalidades existenciales o manifestaciones de un mismo ser ("espíritu") y todas ellas están unidas por un hilo invisible, a través del tiempo y del espacio, que nos permite conservar nuestra identidad.
Ese hilo somos nosotros mismos. Sin embargo, si pudiéramos remontarnos a otras modalidades o estados anteriores al embrión, tendríamos entonces la trama genealógica. Si seguimos hasta el final, nos encontraremos lógicamente con el espíritu (Ser) propiamente dicho, origen de las modalidades recorridas.
Son genealógicas en el sentido ontogenético y no filogenético. Es decir, no son antepasados (padres, abuelos, etc.), sino el mismo Ser ("espíritu") en manifestaciones existenciales anteriores (no se debe confundir esto con la "reencarnación").
Hemos reunido lo disperso, lo manifestado, de nuestro ser. Nos hemos reintegrado a la fuente de nuestras múltiples existencias.
Recorriendo este sendero en sentido inverso, desde el espíritu hacia nuestro estado humano actual, viviendo la experiencia, disfrutando del momento, siendo plenamente consciente de que aparecerán nuevas situaciones que te harán sentir incómodo, y las aceptarás como parte del viaje, como parte importante de tu aprendizaje.
Y por fin entiendes
que sólo fracasas …..si nunca lo intentas.
Bibliografía
La Ciencia Secreta de los Mapuches - Aukanaw
Notas
1) Dionisos representa la promesa
de reunificación de lo disperso porque, según el relato mitológico, cuando era
niño fue despedazado por los Titanes y Rea, su abuela, reunió los fragmentos y
consiguió hacer revivir a Dionisos y devolverle a su figura primitiva.
2) En el antiguo Egipto, el
laberinto era el camino sinuoso que tomaban los muertos en su viaje de la
muerte a la resurrección, guiados por Isis. Se tallaron laberintos sobre rocas
españolas, inglesas y rusas, se dispusieron como mosaicos en el pavimento de
las catedrales francesas (generalmente cerca del baptisterio) y se utilizaron
en la decoración de templos indios y de las mezquitas paquistaníes.
Algunos autores interpretan los laberintos
como un emblema del camino hacia Jerusalén; otros creen que servían para
efectuar peregrinaciones, recorriendo los fieles descalzos o de rodillas, las
líneas marcadas en el suelo en compensación de alguna ofrenda de peregrinación
que por cualquier causa no pudieran realizar.
Un buen ejemplo de esto lo encontramos en
el laberinto de Chartres, cuya longitud es de 260 metros, al igual que el
camino que realizó Jesucristo desde la corte hasta el Gólgota, y cuyo centro
simboliza a Jerusalén.
Pero una de las más importantes
significaciones del símbolo del laberinto está asociado a los rituales de
iniciación. Por lo tanto, el laberinto es el símbolo que representa la búsqueda
del centro personal, del sí mismo del ser humano. Para el encuentro de tan
preciado hallazgo, se requiere de un ritual iniciático que implica la
superación, en distintas etapas, de una prueba.
Durante la Edad Media, el laberinto está
fuertemente relacionado con el duro camino de los creyentes hacia Dios, el
recorrido tortuoso de los caminos enredados y difíciles hasta hallar el centro
simbolizaban la participación en los sufrimientos de Cristo en la cruz. El
camino del laberinto es el peregrinaje, es la muerte al hombre antiguo, pecador.
El hallazgo del centro representa el "Renacer". En el Renacimiento el ser humano se
convierte en el centro del laberinto, como reflejo de las enseñanzas humanistas
antropocéntricas.
3) Sólo
cuando Dionisos confía a Ariadna su secreto se descubre que el laberinto es el
propio Dionisos, y el hilo que permite salir del mismo es la afirmación. El ser
no es más que el devenir, sólo hay ser del devenir, el único ser es el del
laberinto del devenir, un devenir que se muestra como múltiple, diferente,
azaroso: "El devenir es el ser, lo múltiple es lo uno, el azar es la
necesidad" como nos recuerda Deleuze, pero lo que deviene es la diferencia
como tal, es decir, el eterno retorno.