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La iniciación en la masonería, ese viaje tan particular


Está claro que nuestra tarea no consiste en solicitarle a la masonería, ni a nadie, que resuelva nuestros problemas, ni los de la humanidad, sino trabajar sobre nosotros mismos perfeccionándonos para, algún día, poder incorporarnos en la construcción de una nueva humanidad, individual o colectivamente. Simbólicamente decimos que trabajamos sobre nosotros, como si fuésemos una piedra en bruto, primero desbastándola, luego cubicándola y finalmente puliéndola.

El objetivo será lograr que dicha piedra, ya pulida y perfecta, se incorpore algún día en el Templo de la Humanidad, por medio de la ciencia y el arte.

Lo que he notado es que en realidad uno va realizando a lo largo del tiempo de una tarea cada vez más sutil, más fina, más delicada. Pues, al principio, como aprendices la piedra se desbasta, es decir que le quitamos las imperfecciones más grandes, después, como compañero se cubica, es decir, se le da forma y finalmente, como maestro, se pule.

Podemos imaginar nuestro proceso en la masonería, como un viaje a través de los 4 elementos de la naturaleza, desde los más densos a los más sutiles y en ese orden. Simbólicamente está representado en los cuatro viajes que hemos efectuado durante nuestra ceremonia de iniciación.

Tras múltiples pruebas que, de superarlas, permitirán al Taller decidir sobre la  admisión de un nuevo miembro, el profano es recibido con la discreción que requiere el caso y se lo introduce en la Cámara de Reflexiones. Hasta ahí, con más o menos misterio, todo ha transcurrido en el terreno profano, todo ha sido exotérico.

Pero a partir del momento en el que el H.·. Exp.·. descubre los ojos del neófito y le deja a solas en la penumbra de la Cámara de Reflexiones, a partir de ese momento, comienza el proceso iniciático, que en algunos casos, con el paso de los años y el trabajo constante en la propia piedra, llegará a convertir a un profano en un autentico masón ¡en un iniciado!.

Es en la Cámara de Reflexiones donde el neófito realiza su primer viaje por los cuatro elementos, allí, en las profundidades de la tierra, en la oscuridad apenas rota por la tenue luz de una vela, debe enfrentarse a sí mismo, recapacitar y, si la selección del candidato fue acertada, este morirá a su vida anterior al voluntariamente dar fin a su existencia como profano

Allí debe analizarse, conocerse y comenzar a cambiar lo que haya que cambiar. De este modo se producirá una metamorfosis intima que dará lugar a un proyecto de nuevo hombre, un ser humano que paulatinamente, al principio quizá sin darse cuenta ni él mismo, irá dando la espalda a su vida profana.

Tras su paso por la Cámara de Reflexión y cumplir ciertas partes del ritual, el neófito emprende su segundo viaje por los cuatro elementos, en este caso a través del agua y transcurre con grandes dificultades para avanzar, acompañado de ruidos y fuertes rumores

Los giros y la oscuridad le hacen perder por completo el sentido de la orientación. Se trata de que llegue a entender lo difícil del tránsito entre el profano y el iniciado, dentro de una representación simbólica de la realidad de la vida, de los obstáculos que el hombre encuentra y que tan difíciles le son de superar, sino se recurre a fuerzas interiores de índole espiritual. Termina su segundo viaje iniciático ante el Seg.·. Vig.·., el que le dará paso, tras purificarle por el agua.

El segundo viaje es simbólicamente el camino que se recorre como A.·. M.·. donde se avanza torpemente y el trabajo a realizar es basto, sin precisión ni belleza. El desconocimiento del Arte no le permite llegar más allá que a desbastar groseramente la propia piedra (el propio SER INDIVIDUAL) Allí se le advierte que será el Seg.·. Vig.·. el que, cuando considere que el aprendiz ha llegado a final del camino en ese grado, cuando compruebe que ha desbastado suficientemente su piedra bruta, le dé paso para someterse a las pruebas de admisión en la Segunda Cámara

Seguido da comienzo el tercer viaje, este por el aire. En su transcurso los rumores están muy atenuados, limitados al solo tintinear de las espadas. Los obstáculos son sensiblemente menores durante las circunvalaciones de este tercer viaje, que finaliza ante el Prim.·. Vig.·.  tras purificarlo por el aire. La atenuación de rumores y dificultades a las que debe enfrentarse el neófito durante el tercer viaje, corresponden al avanzar del masón por el camino iniciático. Simbólicamente es el camino que en su día deberá recorrer el C. M.·.

El trabajo es de mayor especialización, las herramientas son de mayor precisión, por lo que los conocimientos para utilizarlas deben ser mayores, empleando todos los sentidos, dominando las antiguas ciencias y artes liberales, los órdenes arquitectónicos y aplicando las enseñanzas de los sabios de la humanidad. 

Es entonces cuando el dominio del oficio es una promesa que se adivina posible. Al final del tercer viaje el neófito, simbólicamente en ese momento C.·. M.·. llegará frente al Prim.·. Vig.·. quien como encargado de la columna del sur, tras comprobar su trabajo, le dará paso libre para ser examinado ante una eventual admisión en la Cámara del Medio, acto que queda simbolizado con la purificación por el aire.

Durante su cuarto viaje, este por el fuego, el neófito comprueba que el silencio es su compañero y que los obstáculos físicos han desaparecido. Tras un recorrido sereno y silencioso, el V. M. purifica al neófito por el fuego, dando fin con la materia ígnea a los cuatro viajes de la iniciación masónica. En este viaje que se inicia simbólicamente en la Cámara del Medio, el neófito inicia su cuarto y último viaje, correspondiente al camino iniciático que en su día deberá recorrer como M.·. M.

El trabajo a realizar es de precisión, de artista. El silencio, la calma y el recogimiento, necesarios para el estudio y la meditación, presiden el cuadro en el que se desenvuelve el M. M.·.  Finaliza su cuarto viaje simbólico -alegoría del que deberá realizar después de que en su día sea admitido en la Cámara del Medio- ante el V. M. él que le purificará con el fuego.

Estos viajes simbólicos los hemos realizados todos nosotros el día de nuestra iniciación y lo estamos volviendo a realizar en el grado en que nos encontramos, aprendiendo cada día el uso de nuevas herramientas y claves, por lo que es muy probable que volvamos a repetirlo algún día, desde otro nivel de conciencia, y que este camino no tenga fin.





La espiral

La espiral es un símbolo sagrado que nos recuerda nuestro viaje evolutivo en la vida.   Nos ayuda a tomar  conciencia para aceptar los giros y los cambios de la vida a medida que evoluciona. La aceptación del cambio es una de las mayores libertades que un humano puede experimentar, poner la conciencia en el momento presente en el que se condensa el poder de la creación.

La espiral, que es el símbolo más antiguo conocido por ser utilizado en las prácticas espirituales, refleja el patrón universal de crecimiento y evolución. La espiral representa a la diosa, el vientre, la fertilidad y la energía de fuerza vital. Reflejada en el mundo natural, la espiral se encuentra en la fisiología humana, plantas, minerales, animales, patrones de energía, el clima, el crecimiento y la muerte. 

La espiral es un símbolo sagrado que nos recuerda nuestro viaje evolutivo en la vida. Cuando se usa como un talismán personal, la espiral ayuda a conciencia para aceptar los giros y los cambios de la vida a medida que evoluciona. 

La aceptación del cambio es una de las mayores libertades que un humano puede experimentar, poner la conciencia en el momento presente en el que se condensa el poder de la creación. A mayor escala, el uso de este símbolo garantiza que todos los seres se les recuerda de su evolución hacia el interior y hacia el exterior, un estado equilibrado y centrado de la mente. El agua, que lleva el poder de fluir y cambiar

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