Debemos respetar las personas, no sus opiniones
Los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, son comprendidos por la mayoría de la población y considerados como los pilares sobre los que se asientan los gobiernos democráticos, aunque aun haya que recorrer un largo camino para alcanzarlos.
No ocurre lo mismo con la tolerancia, pues la intolerancia ha sido y sigue siendo la regla de la humanidad.
Nos cuesta mucho entender la tolerancia y mas aun practicarla, pues creemos que nos obliga a soportar cualquier cosa que diga o haga el otro.
No es así. Lo que siempre debemos respetar son las personas, no sus opiniones. La tolerancia no es indiferencia.
Podemos definir a la tolerancia como la disposición cívica a convivir armoniosamente con personas de creencias o costumbre diferentes a las nuestras.
Esto es importante. Respetar al otro y expresar nuestro punto de vista. Del intercambio de ideas e informaciones nos enriquecemos mutuamente. No necesariamente vamos a terminar pensando lo mismo, porque la valoración que cada uno de nosotros hace, es personal y por lo tanto subjetiva. Tiene que ver con la historia de cada uno y por las circunstancias que estamos atravesando en ese momento. Nunca vamos a coincidir con las opiniones de otro o con las nuestras mismas, realizadas en otra oportunidad, en otro contexto o con distinta información de la que hoy poseemos.
Cada uno de nosotros tiene el derecho a tener sus propias convicciones, creencias, ilusiones y esperanzas. Ser tolerante no nos obliga a silenciar nuestra forma de pensar para no "herir" a quienes piensan de otro modo.
Si, nos obliga a respetar a las personas, para lo cual es recomendable ser cortés, pero no es obligatorio.
Además la tolerancia es de doble dirección, es decir que el precio de no prohibir la conducta del prójimo tiene como contrapartida que éste haga lo mismo. Ser tolerante no implica ser complaciente, ni ser débil. No toleremos la intolerancia.
La historia de la humanidad esta plagada de intolerancia religiosa y política la que ha causado más muertes, que los diluvios, tempestades y desastres naturales. Por el contrario, las épocas de florecimiento económico han coincidido con la tolerancia y la libertad de pensamiento.
Como lo logramos??
Solamente con educación. Una educación basada en la libertad de conciencia. No en instituciones religiosas o políticas que haciendo hincapié en la lealtad, impidan la libre expresión de lo que uno piensa y pueda exponer sus convicciones libremente.
Por supuesto, la tolerancia exige un marco compartido de instituciones que deben ser acatadas por todos: quien las niega, está negando también su propio derecho a ser tolerado.
Disfrutar de las ventajas de la tolerancia impone también a cada cual renunciar a ejercer formas de intolerancia privada. Ser tolerante no es ser débil sino ser lo suficientemente fuerte y estar lo suficientemente seguro de las propias elecciones como para convivir sin escándalo ni sobresalto con lo diverso, siempre que se atenga a las leyes.
Lo que realmente se opone a la tolerancia es el fanatismo, propio muchas veces no de los más convencidos, sino de quienes pretenden acallar sus propias dudas cerrando la boca y maniatando a los demás.
Las sociedades más intolerantes son aquellas que por lo general se desmoronan con mayor facilidad en cuanto se autoriza en su seno expresar la disidencia que rompe con la uniformidad establecida.
Es la tolerancia, que aquí deberíamos practicar, la que nos permite escuchar voces diferentes que si bien no necesariamente compartimos nos permiten reflexionar sobre nuestros supuestos. Cuando tomamos la palabra deberíamos hablar para enriquecer al otro dando nuestra visión y no lo que creemos que el otro quiere escuchar.Desgraciadamente no siempre es así. Deberíamos preguntarnos porqué.