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YOD - El Punto Infinito - GOD


Los Masones realizan todos sus trabajos a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, como creador de todo lo existente. Es por eso que, en el Oriente de los templos, se encuentra un triángulo con el Tetragrama hebreo (tetragrámaton), símbolo del nombre inefable de Dios (YHVH, Jehová). Se lo designa con el nombre de Delta, porque la letra griega así llamada tiene forma triangular.

Hay casos en que el tetragrámaton es sustituido por la letra hebrea YOD (a veces, en hebreo, se lo representa por tres yod, que dispuestos triangularmente, corresponden a los tres puntos de la Masonería). En ocasiones el Yod está reemplazado por un ojo, que se designa como «el Ojo que todo lo ve».


La masonería moderna ha reemplazado la letra YOD por la letra G, (YOD – GOD), así vemos, por ejemplo, como la estrella flamígera es un pentágono tiene inscripta la letra G, cuando en la antigüedad era un símbolo más complejo.




Pero, ¿qué significa esa letra que la masonería moderna quiere reemplazar?.
En el Hebreo Bíblico, cada letra posee una simbología especial y un significado; también contiene un valor numérico que amplía dicha simbología.

Se enseña que el Universo fue creado por diez expresiones de Dios, compuestas por las letras hebreas que como bloques de construcción fueron las herramientas para establecer el orden de todo lo creado. Ellas en sí mismas, sus nombres, su forma gráfica, su valor numérico (gematria) y su respectiva posición en la secuencia del Alefato tienen una razón de ser de origen divino.
Las letras en sí son agentes de la creación.


Para los hebreos la letra YOD (IUD), no es sólo el principio del Nombre de Jehová, significa la llama diminuta; el elemento, o el átomo de las demás letras o consonantes. Siendo el YOD la menor de las letras del alfabeto hebreo, de ella derivan todas las demás; por ejemplo: la alef está formada por dos YOD, una en la parte superior derecha, y la otra en la inferior izquierda, unidas por una vav en diagonal.

Esto representa las aguas superiores e inferiores con el firmamento entre ellos.
Es la única letra suspendida en el aire. Es un punto con "forma”, ya que tiene una corona arriba y un "sendero" debajo. Es el "sendero de la YOD”; el punto inicial de espacio y tiempo.

La YOD presenta el doble sentido de «principio» y «germen». En el mundo superior es el principio que contiene todas las cosas; en el mundo inferior, es el germen, contenido en todas las cosas. En el mundo superior, instantes después del “tzimtzum” inicial (la contracción de la Infinita Luz de Dios para hacer "lugar" a la Creación, y permitir la creación de realidades independientes), quedó dentro del espacio vacío un punto potencial o "impresión".

El punto inicial, el poder esencial de la letra YOD, es el "pequeño que contiene mucho". "Mucho" se refiere al simple Infinito de Dios, escondido dentro del punto inicial de revelación, que se refleja como el potencial Infinito que tiene el punto, de desarrollarse y expresarse en todo el múltiple fenómeno finito de tiempo y espacio.



El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro del Si Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional.

Diez, el valor numérico de YOD, es también el número de mandamientos (literalmente "declaraciones") revelados por Dios a Su Pueblo. Todos los mandamientos, y de hecho cada letra de la Tora, tienen el poder de lo "pequeño que contiene mucho"; cada uno es un canal para la revelación de la Luz Infinita de Dios en la realidad finita.


APUNTES PROFANOS

No se pueden profanar los escritos sagrados, pues son dignos de ser respetados en su acepción original y prefiero especular al margen, fuera del texto principal, ya que no puedo dejar de pensar en la teoría Big Bang cuando trato de entender el “tzimtzum inicial” y medito sobre en ese pequeño instante cuando TODO empieza, cuando ese enorme vacío empieza a manifestarse.

Ya estaba todo allí en potencia y aparece esa chispa, ese impulso inicial que desata o libera todo el movimiento que vemos después y que llega a formar el Universo que conocemos. El punto inicial pequeño que contiene el infinito escondido dentro de sí.

Así imagino brutalmente al YOD, a esa pequeña letra que contiene al elemento que forma a todas las otras letras, así como el “Bosón de Higgs” o “Partícula de Dios” contiene la parte esencial de toda la materia, pues recoge la masa y le da tamaño y forma, permitiendo la formación de los átomos que conforman todo el universo.

Hace pocos años que sabemos de la existencia del “Bosón de Higgs” y recién logramos descubrirlo en 2012, no deja de asombrarme como los hombres antiguos podían especular sobre estas teorías.
De la misma manera imagino esa pequeña letra suspendida como el símbolo de ese potencial Infinito que tiene el punto, de desarrollarse en todo el múltiple fenómeno finito de tiempo y espacio.

¿Es necesaria una causa primera para lograr esa chispa? Parecería inevitable, pero como dijo Borges:

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonía?”

Es tan sugerente como conmovedor. En esas líneas se encierra el misterio último, tal vez el único: el de saber si existe un Creador que dirija los hilos del juego, de igual forma a como los ajedrecistas mueven las piezas en el tablero.


BIBLIOGRAFIA
·       Rabbi  Itzjak Guinsburg
·       Las Letras Hebreas (El Significado Místico de las Letras Hebreas)
·       El idioma hebreo – La lengua sagrada - Dr. Luis Ernesto Rivera
·       Wikipedia, la enciclopedia libre





La materia no existe. Todo es energía. 
L.BOFF

El título de este artículo resulta una obviedad para quien entienda mínimamente la teoría de la relatividad de Einstein, que afirma que materia y energía son equivalentes. La materia es energía altamente condensada que puede ser liberada, como lo mostró lamentablemente la bomba atómica. 

El camino de la ciencia ha hecho más o menos el siguiente recorrido: de la materia llegó al átomo, del átomo a las partículas subatómicas, de las partículas subatómicas a los «paquetes de onda» energética, de los paquetes de onda a las supercuerdas vibratorias en once dimensiones o más, representadas como música y color. 

Así un electrón vibra más o menos quinientos billones de veces por segundo. La vibración produce sonido y color. El universo sería, pues, una sinfonía de sonidos y colores. De las supercuerdas se llegó, finalmente, a la energía de fondo, al vacío cuántico.

En este contexto, recuerdo siempre una frase dicha por W.Heisenberg, uno de los padres de la mecánica cuántica, en un semestre que dio en la Universidad de Munich en 1968 en el que pude participar, y que todavía suena en mis oídos: «El universo no está hecho de cosas sino de redes de energía vibratoria, emergiendo de algo todavía más profundo y sutil». 

Por lo tanto, la materia perdió su foco central en favor de la energía que se organiza en campos y redes.

¿Qué es ese «algo más profundo y sutil» de donde emerge todo? Los físicos cuánticos y astrofísicos lo llaman «energía de fondo» o «vacío cuántico», expresión inadecuada porque dice lo contrario de lo que la palabra vacío significa. El vacío cuántico representa la plenitud de todas las posibles energías y sus eventuales densificaciones en los seres. De ahí que hoy se prefiera la expresión pregnant void «vacío preñado» o la «fuente originaria de todo ser». 

No es algo que pueda ser representado en las categorías convencionales de espacio-tiempo, pues es algo anterior a todo lo que existe, anterior al espacio-tiempo y a las cuatro energías fundamentales, la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la débil.

Algunos astrofísicos lo imaginan como una especie de vasto océano, sin márgenes, ilimitado, inefable, indescriptible y misterioso en el cual, como en un útero infinito, están hospedadas todas las posibilidades y virtualidades de ser. De allí emergió, sin que podamos saber cómo ni por qué, aquel puntito extremadamente lleno de energía, inimaginablemente caliente que después explotó (big bang) dando origen a nuestro universo. 

Nada impide que de aquella energía de fondo hayan surgido otros puntos, gestando también otras singularidades y otros universos paralelos o en otra dimensión.

Con la aparición del universo, irrumpió simultáneamente el espacio-tiempo. El tiempo es el movimiento de la fluctuación de las energías y de la expansión de la materia. El espacio no es el vacío estático dentro del cual todo sucede, sino aquel proceso continuamente abierto que permite que las redes de energía y los seres se manifiesten. 

La estabilidad de la materia presupone la presencia de una poderosísima energía subyacente que la mantiene en este estado. En realidad, nosotros percibimos la materia como algo sólido porque las vibraciones de la energía son tan rápidas que no alcanzamos a percibirlas con los sentidos corporales. Pero para eso nos ayuda la física cuántica, justamente porque se ocupa de las partículas y de las redes de energía, que nos abren esta visión diferente de la realidad. La energía es y está en todo. 

Sin energía nada podría subsistir. Como seres conscientes y espirituales, somos una realización complejísima, sutil y extremadamente interactiva de energía.

¿Qué es esa de energía de fondo que se manifiesta bajo tantas formas? No hay ninguna teoría científica que la defina. Además necesitamos de la energía para definir la energía. No hay como escapar de esta redundancia, observada ya por Max Planck.

Esta Energía tal vez sea la mejor metáfora de lo que significa Dios, cuyos nombres pueden variar, pero señalan siempre la misma Energía subyacente. Ya el Tao Te Ching decía lo mismo del Tao: «El Tao es vacío, imposible de colmar, y por eso, inagotable en su acción. En su profundidad reside el origen de todas las cosas y unifica el mundo».

La singularidad del ser humano es poder entrar en contacto consciente con esta Energía. Él puede invocarla, acogerla y percibirla en forma de vida, de irradiación y de entusiasmo.

L Boff



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